leva varias semanas con un ajetreo imparable. A consecuencia del covid-19, este otoño le han coincidido varios hitos escénicos al mismo tiempo como los estrenos de Ama kuraia (producido por el Teatro Arriaga), Ojo de buey (Larrua) y Fadoak entzuten zituen gizona (Xake), y la recuperación de la gira de Úniko (Paraíso). "Tengo suerte porque sé de gente que lo está pasando bastante mal. Pero que se hayan juntado tantas cosas ahora también ha hecho que haya tenido que derivar alguna cuestión a terceros, lo que supone perder ingresos", apunta David Alcorta.

Con todo, el diseñador de iluminación alavés sabe que para 2021 tiene ya siete proyectos atados y otros tres en espera, e incluso que para 2022 hay dos propuestas que están casi cerradas. "Supongo que en las compañías que me vuelven a llamar hay confianza en lo que hago y una sensación de trabajar a gusto conmigo. Y las que me reclaman por primera vez, entiendo que es porque les dan buenas referencias", sonríe.

Sea por unas razones o por otras, no para. Es lógico, su labor es esencial, aunque poco conocida y valorada, por lo general, por parte del gran público. Les pasa a muchos profesionales del sector cultural que no están en primera línea, bajo el foco. Fundamentales pero escondidos. "Claro que te gusta el reconocimiento por tu trabajo", pero sin darle mayor relevancia. "No hay ego", solo la intención de sumar, crear, expresar, transmitir, en su caso, a través de la luz.

Diseñador y técnico de iluminación coinciden en su persona pero eso no supone que ambas facetas conlleven lo mismo. "Un pintor no puede pintar si no sabe usar los pinceles, eso es evidente, pero hay un momento en el que necesita abstraerse de la parte técnica y centrarse en la historia que tiene que contar, el concepto que va a desarrollar a través de la pintura". Es el primer rol el que ocupa ahora casi por completo a Alcorta. Cuando le llaman para el segundo, "es como tener vacaciones".

Partiendo de la base de que "una cosa es lo que quieres que se vea, cómo deseas que se vea, y otra cómo lo consigues", en la figura del diseñador "hay una parte de discurso, dramaturgia, concepto... y luego otra de dibujo y montaje de planos, electricidad€". Todo "para darle a cada pieza lo que necesita", más allá de los tópicos sobre si la mejor iluminación es la que no se nota - "¡depende tanto de cada propuesta!"-, si los suelos blancos son el peor enemigo -"a mí me encantan"-, o si las sombras son consecuencia de los errores -"Néstor Almendros, el fotógrafo de la Nouvelle Vague, decía que iluminar es la gestión de la sombra"-.

Al fin y al cabo, "lo básico es que lo que hagas esté bien engarzado en el conjunto. Hay veces que lo que se intenta es agradar al ojo pero creo que aquí estamos hablando de otras cosas, de cultura, discurso, reflexión, emociones€ Satisfacer al ojo puede ser una estrategia pero no puede ser el objetivo".

Cada proyecto es diferente. Y aunque su labor se desarrolla en permanente contacto con todos los departamentos que pueden intervenir en una producción escénica ya que cada detalle importa, Alcorta señala la figura del director o directora como esencial. "Hay gente como Borja Ruiz, de Kabia [con quien está trabajando para el estreno de El alimento de las moscas], que hasta que no ha tenido el espectáculo armado, no ha querido que viese nada para mantener mi mirada fresca.

Pero también está María Goiricelaya, en el caso de Madre coraje, con quien tuve un montón de conversaciones antes de que se iniciasen los ensayos. Bueno, en el caso de Otsoa, de Larrua, con Jordi Vilaseca estuvimos como un año mandándonos fotos, poemas, vídeos€ para saber qué tripa tenía la pieza. Es una cuestión de sensaciones" y de ir negociando. Saber colaborar, es la clave. "Y tienes que ser generoso, no te puedes enamorar de una imagen y ya está, porque lo prioritario es la dramaturgia, la obra".

Como en cualquier profesión, no todos los proyectos encajan con los gustos y las preferencias personales. "El trabajo es trabajo y llama a trabajo. Tampoco hay que volverse loco. Y te puede pasar que estés muy a gusto con una pieza y con un equipo, pero no termines de dar con la clave de lo que tienes que aportar.

Hombre, todos tenemos nuestros ases en la manga que te rellenan una escena y sabes que van a funcionar", explica Alcorta, quien aunque trabaja de manera fundamental en el campo de las artes escénicas, también ha hecho camino en la música en directo o en el campo de las exposiciones.

"La última que tuve la oportunidad de hacer fue en el Museo Balenciaga y se convirtió en una experiencia apasionante al poder convivir con aquellos trajes y materiales. La verdad es que hago menos exposiciones de las que me gustaría y eso que cuando doy clases de iluminación recurro mucho a la escultura para hablar de las direcciones de luz".

Hoy él transmite sus conocimientos, los que ha ido adquiriendo tanto a pie de obra como en su época formativa. Lo primero es cuestión de familia. "Al final, mis padres son una compañía teatro, son intérpretes, escriben textos€ No tuve que decidir qué hacía con mi vida, seguí en lo que ya estaba. Lo que pasa es que llegó un momento, después de estar tirando cable y colgando focos, en el que dije: no, yo quiero tomar decisiones, quiero estar implicado en otra parte del proceso".

Ahí apareció el Institut del Teatre de Barcelona. "Allí, sobre todo, me dieron unas herramientas técnicas que no me han fallado en ningún momento". Después llegó Londres y la Royal Central School of Speech and Drama. "Me facilitaron procedimientos y cómo enfrentarte a la sensación de vacío cuando tienes un texto y no sabes qué hacer".

Con todo, no es sencillo encauzarse en este campo. A día de hoy hay una formación muy orientada al sector audiovisual. Y hay escuelas de técnicos en Madrid y Barcelona, pero no tienen titulación oficial. "De diseñador, lo más cercano que se puede hacer es escenografía", describe Alcorta, quien aconseja a las personas jóvenes que puedan estar interesadas en esta profesión que "primero miren qué tipo de vida quieren llevar.

Cuando eres joven, te puede llamar mucho la idea de coger tu mesa de luces e irte de gira con un grupo de música. Pero luego hay que mantener eso, no ya cuando tienes 50, sino cuando te quieres plantear tener hijos, por ejemplo. Esta profesión condiciona mucho tu estilo de vida y la conciliación no es nada sencilla. Yo tengo suerte porque viviendo en el País Vasco me puedo limitar a hacer bolos solo aquí".