asta entonces estábamos acostumbrados a que había que acertar las preguntas que nos hacían desde lo concursos de la tele. Pero Lo sabe, no lo sabe lo cambió todo: ni siquiera había atriles para responder, ni platós con pantallas gigantes para presentar, con lo que se abarataba sustancialmente el coste del formato, todo un sueño para los jefazos de la tele.
Juanra Bonet salía a la calle, pillaba a un tipo cualquiera y le formulaba cinco preguntas que debían responder -que no acertar necesariamente-, otros cinco transeuntes. Y es que la peculiaridad de este concurso de Cuatro consistía en que había preguntas que había que contestar mal, porque de lo que se trataba era de encontrar a alguien que no tuviera ni repajolera idea.
Primera pregunta, 100 euros. Segunda, 300. Tercera, 600. Cuarta, 1.000 y aquí ya el concursante se podía plantar y largarse tan feliz o arriesgar y llevarse la pregunta final por 3.000 euros o, si fallaba, quedarse sin nada. Si algo iba mal, quedaba la opción del comodín de la llamada de emergencia, en la que el concursante tiraba de agenda para contactar con algún conocido para que acertara, o no, la pregunta. Llamas por teléfono a tu padre, te coge el teléfono, le haces una pregunta, la acierta y resulta que pierdes todo el dinero porque te creías que eras tú el listo de la casa y resulta que no. Muchos padres desheredaron a sus hijos por este programa.
Pero ahí estaba la gracia del formato. Ir por la vida con cara de empanado te daba todas las papeletas para que te eligieran para responder mal, mientras que tener cara de espabilado significaba que confiaban en tu sabiduría. Según fue ganando popularidad el programa, la gente empezó a intentar adivinar si lo que buscaban es que supiera y fallara la pregunta o, dicho de otra manera, si le habían visto cara de espabilado o de gilipollas, y en demasiadas ocasiones su intuición era la contraria a la realidad. Lo sabe, no lo sabe nos ayudó a quitarnos de encima muchos prejuicios.
Juanra Bonet, que ya había trabajado en Caiga quien caiga y presentado otros concursos como Gafapastas de La 2, se hizo archiconocido con este concurso al aire libre emitido en las noches de Cuatro al que supo dar su particular toque personal, principal baza del enorme éxito que obtuvo. Y así, el concurso ideado para las noches del verano de 2012 estuvo en emisión hasta las navidades del año siguiente, al tiempo que le salieron imitadores en todas las cadenas, que no lograron ni de lejos el mismo éxito porque aunque los programas eran muy parecidos les faltaba la impronta de Bonet. Al final, Antena 3 se dio cuenta y se lo llevó para ponerle a desactivar bombas.