- Tenía que haber sido en mayo, pero como con tantas otras cosas, el covid-19 alteró todos los planes previstos. Aún así, desde hace unos días, El viajero y su sombra es ya una realidad a la vista del público, una exposición fotográfica de la vitoriana Aitziber Barriga que hasta el próximo 4 de septiembre se puede ver en The Tap, situado en la calle Manuel Iradier. Un total de 26 obras componen un trabajo con el que se pone fin a un proyecto que empezó a tomar forma el pasado octubre, aunque para hacerlo realidad se cuenta con imágenes realizadas entre 2015 y 2019, sobre todo tomadas en el entorno natural de la capital alavesa.

Revisando su archivo, la autora detectó varias fotografías que le transmitían sensaciones que no podía explicar. "Cuando empecé a analizarlas, percibí que coincidían con momentos en los que me habían pasado determinadas cosas, en los que había tenido unos sentimientos concretos. Y me di cuenta de que cuando estaba disparando esas fotos, aún no siendo consciente de ello, mis emociones eran reflejo de la incertidumbre, de ese pensamiento de no sé que estoy haciendo con mi vida". Tirando de ese hilo, empezó a trabajar con los negativos recopilados, también experimentando en el proceso de positivado con distintas técnicas, uniendo pasado y presente. No se quedó ahí, incluso intervino en varios de los marcos que sustentan las imágenes.

De esta forma, la autora comparte con el público un universo propio que nace de esos instantes de incertidumbre vital vividos entre la naturaleza. "Me encanta perderme entre árboles y bosques porque hay un silencio especial. No hay nadie que te moleste. A veces estamos tan centrados en el trabajo, en los amigos, en€ que no nos paramos siquiera a pensar. Y yo necesito silencio para ello. Es como mi momento de pasear, hacer fotos y dejar de dar vueltas a todo", más allá de que la fotógrafa prefiere no condicionar la mirada de quienes se encuentren con su trabajo, para que cada foto hable por sí misma. "A mí me sugieren un momento de reflexión, pero eso es a mí".

Fue en el laboratorio que comparte con otros creadores en Arana donde a finales del año pasado empezó la última fase del proyecto que ahora se expone, una labor que en los tiempos de lo digital puede resultar extraño a algunos. "Estoy enamoradísima de la fotografía analógica aunque haya hecho otras cosas tanto en la fotografía como en otras artes. Pero nada me llena tanto como esto, tiene una magia especial, algo que tiene que ver con el azar, con lo espontáneo, con lo imprevisible€ es maravilloso", apunta quien, además, acompaña la muestra con una caja para que cualquiera pueda llevarse de recuerdo alguna de las numerosas tiras de prueba resultantes del proceso.

Así lo podrán comprobar quienes acudan durante estas semanas a perderse entre las paredes de The Tap, puesto que la muestra se distribuye por varias partes del local hostelero de Manuel Iradier.