- La escritura está presente en su vida diaria desde hace tiempo, aunque fue el año pasado cuando su primer poemario, Mármol, vio la luz. Fue, de hecho, en la última presentación al público de este debut donde Barro (Editorial Amarante) empezó a forjarse. “Algo se removió” en ese instante. El resultado se encuentra desde ya con los lectores, con quienes quieran compartir este viaje en muchos sentidos que propone la autora. De hecho, este miércoles 6, Beatriz de Silva hará la presentación oficial en las instalaciones de Elkar en la calle San Prudencio, una cita que arrancará a las 18.30 horas y que contará con la presencia de la también poetisa Elisa Rueda. Eso sí, va a tener poco tiempo para saborear el estreno en casa. Menos de 24 horas después tendrá que estar firmando ejemplares en la Feria del Libro de Madrid.

Todo ha ido muy rápido esta vez. En realidad, en menos de doce meses se ha construido y publicado un título al que dan forma y fondo alrededor de 70 poemas. Creaciones que empezaron a emerger al regresar De Silva a las tierras extremeñas que la vieron nacer. “Fue volver a la raíz”, a los lugares y las personas que acompañaron sus pasos hasta que con 15 años se trasladó a Vitoria. “Apareció la idea del síndrome del nómada. De hecho, era el título que tenía pensado al principio. Ahí se unieron mi nostalgia hacia un lugar que quiero tanto con la imposibilidad de quedarme porque necesito moverme”. De ese hilo, la autora fue tirando en su regreso a la capital alavesa, donde tampoco para mucho puesto que su vida al margen de la literatura pasa por Pamplona. Bueno, y en los últimos meses, todavía más lejos. “No es que intente transmitir algo en concreto. Sólo espero que la gente se sienta reflejada, cada persona a su manera. Por eso mi poesía no es tan evidente; me escondo bastante, para que los lectores tengan su espacio” en este viaje interno y externo. Para ella, para quien ha dibujado con las palabras este tránsito, el camino tiene su principio en “el momento en el que la serpiente se quita la piel vieja y surge la nueva. Es un proceso natural pero que a veces pica un poco. Fue ahí, en ese instante, en el que me di cuenta de que me estaba pasando algo y escribí pensando que esto le pasaba a más gente”.

Ahora, de todas formas, es el momento de los otros, de quienes tengan entre sus manos un poemario cuyo título tiene su “explicación poética” y su origen real. La primera “es la que usaré en las presentaciones”, ríe. La segunda fue producto de una chanza de su padre mientras tomaban algo juntos: “me dijo que si el primero se había titulado Mármol, el segundo tenía que llamarse Barro... y me pareció una idea fantástica”. Con él bajo el brazo llega la hora de las presentaciones, de los encuentros con los lectores, de ese acompañamiento inicial tan necesario -“y más en poesía”- que De Silva asegura agradecer.

Eso sí, escribir no conoce pausas. Ella tampoco quiere tenerlas, más allá de que descarte fijarse como obligación publicar su próxima obra con solo un año de distancia, como ha pasado ahora. “No me quiero relajar pero tampoco agobiarme”, sino seguir el viaje literario, también en otros géneros.