Donostia. Annette Bening, más erguida que nunca, bromea sobre su lumbalgia, sabedora de que no puede ocultar su preocupación por su inusitada verticalidad. Y eso que tenía un gran competidor: el ministro Wert, que se paseaba rígido y cariacontecido a la misma hora por el pasillo del María Cristina. "Si alguien me ve ahora, va a pensar que estoy interpretando un papel de una gran comedia. Estoy luchando contra mí misma", concluye la actriz, sin perder su compostura. Una mujer accesible en el trato que ha encandilado en su visita promocional de La mirada del amor (estreno el 25 de octubre).
No es de las actrices que se prodigan en la cartelera. ¿Cuál es ahora su relación con el cine? ¿Mantiene cierta distancia respecto al medio o es imposible conseguirlo?
Me gustaría mantenerme enamorada del mundo del cine, tal y como estoy ahora. Hace poco se puso en contacto conmigo un director divertido y buena persona. La verdad es que cuando leí el guión, sentí que debería estar enamorada de su trabajo. Es como cuando encuentras a alguien y dices: es fabuloso y debería enamorarme. Si realmente no me llega, no me llega. Afortunadamente, no estoy en la posición de aceptar trabajos por necesidad.
La película retrata la historia de una mujer dolida por la muerte de su esposo y vemos cómo pasa de la fragilidad a la euforia. ¿Ha entendido al personaje?
Es tal y como pasa en la vida. Hace unos años murió una persona cercana. Yo era amiga de su esposo. Estaba intrigada por saber cómo vivió el proceso y hace dos semanas la llamé y me dijo que había encontrado a alguien. De hecho, se van a casar. Y me alegré mucho. Después del dolor y la desesperación puede surgir la felicidad. Y justamente la palabra fragilidad lo resume todo. Nunca sabemos lo que puede llegar a pasar.
¿Ha sido un proceso duro que le ha llevado a ahondar en su fragilidad?
Ha sido un reto. Sobre todo por que no podía explicitar del todo lo que le pasa a la protagonista. La película es como un viaje y he intentado interiorizar el espíritu del personaje o trasmitir, al menos, de forma que se mantenga el misterio.
Algunas mujeres de su generación se quejan de la dificultad para acaparar grandes papeles. ¿Tiene alguna fórmula?
No tengo secretos. He sido muy afortunada y siempre he procurador mirar hacia adelante. Además, tengo la fortuna de encauzar mis propios proyectos en el teatro. Nadie se entera al estrenarlos en teatros muy pequeños. Gracias a ello, mantengo mi oficio muy vivo. Me gustaría trabajar toda la vida, contar historias y reflejar cada periodo de mi vida. Y eso es muy gratificante. No quiero interpretar a alguien que esté fuera de la realidad de mi edad.
Hablemos de 'Los timadores'. ¿La ha vuelto a ver?
Hace tiempo que no la veo. Habrá pasado 10 años de la última vez. Fue una gran experiencia. Fruto de un proceso intrigante y liberador. Trabajé con Anjelica Houston, mi amiga, y una mujer increíble.
En la película está presente el mundo de la universidad. ¿Aconsejaría a una joven que quiera ser actriz pasarse por la universidad?
Yo fui a la universidad, y creo que es una experiencia positiva. Creo que es bueno empaparte de cultura y no solo conocer la historia del teatro o del cine. Es bueno estudiar otras disciplinas, como la comunicación audiovisual. Todo eso te enriquece y te permite no estar exclusivamente focalizado en tu oficio de actor. Este oficio me interesa más que nunca, y me siento muy curiosa, con muchas ganas de seguir aprendiendo. No crecí en un entorno de actores y no supe de este mundo hasta tarde.
Ha tocado muchos géneros, pero en menor medida los considerados americanos: el western o el musical. ¿Por alguna razón?
Bueno, hice un western. Justamente he coincidido con Diego Luna, con el que trabajé en Open Range. Fue muy divertido el rodaje en la parte rocosa de Canadá. Es verdad que no he hecho musicales, quizás en algún escenario. Pero sería un nuevo reto. Siempre estoy buscando algo nuevo.
La película tiene influencias de 'Vértigo'. ¿El director les hizo revisitar el clásico de Hitchcock o lo mencionaba durante el rodaje?
Sí, lo hizo. Pero para mí es más importante el modo subjetivo en el que intento sumergirme en el personaje. El estilo nace de ese trabajo. No tengo que pensar en otros temas. Como actriz intento asumir lo que le pasa al personaje y encontrar mi propia lógica. Sinceramente, no es fácil explicarlo.
A Kevin Spacey, su compañero en 'American Beauty', le vemos en 'Netflix' y a otros insignes actores y actrices en series de HBO. ¿Le tientan las series actuales?
Si el material es bueno sea para cine, televisión o Internet, bienvenido sea. Los grandes estudios están pensando en los beneficios, y muchos de los jóvenes talentos han desembarcado en canales de cable. Hay buenos directores y guionistas haciendo cosas muy interesantes.
¿En qué cree que ha beneficiado 'The Kids are all rigth' (Los chicos están bien) al debate sobre la sexualidad en Estados Unidos?
Creo que ayudó bastante. Gracias a películas como esa, ahora hay un movimiento más tolerante en torno a la sexualidad e identidad de género en Estados Unidos. Creo que los políticos, desgraciadamente, van más despacio, incluyendo a los demócratas, que no han articulado un discurso sobre los derechos que todos deberíamos tener: querer a quien nos dé la gana y casarnos con quien queramos. Es positivo tener a referentes como nosotras, Julianne Moore y yo, que interpretábamos a una pareja de lesbianas que tienen los mismos problemas que el resto. Pero hay que tener en cuenta que también hay muchos conservadores en Estados Unidos.