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kobetamendi vivió ayer, en la segunda jornada del festival Bilbao BBK Live, una tormenta eléctrica de órdiga. Nada de metáforas, fue absolutamente real. El cielo se abrió a media tarde y obligó a suspender los conciertos durante hora y media. Los rockeros estadounidenses Kings of Leon se impusieron como cabezas de cartel ante una multitud cercana a los 35.000 fans en una jornada mediatizada por la lluvia pero de gran nivel artístico. Sobresalió la fiesta de The Vaccines y el blues rock de Gary Clark Jr.

Con la canícula ya en retirada a las 19.00 horas y el cielo amenazando tormenta, los fans se agruparon, todavía en un número de cientos, ante el escenario ocupado por Benjamin Biolay. Pocos pero distinguidos. Y con los oídos bien abiertos ante la elegancia de un compositor y cantante francés situado a caballo entre el pionero Serge Gainsbourg y figuras indies actuales como Dominique A. Biolay, dominador del escenario, como buen actor que también es, ofreció un repaso por su discografía, exótica en Kobetamendi por el idioma y trufada de chanson, pop indie, electrónica? Con el apoyo puntual a la voz de Carl Barat, antiguo compañero de correrías de Pete Doherty en Libertines, Biolay dio una lección de elegancia y savoir-faire con canciones habituales como A l'origine (semirapeada) y La Superbebe (épica en sus arreglos de cuerda, ayer sustituidos por los teclados, y con base hip hop), además de la reciente Aime mon amour, incluida en el muy destacable Vengeance.

Con el buen regusto todavía en los oídos, el segundo "plato" recayó en el rock indie de The Vaccines, el (pen)último "hype" británico que ha resistido la losa de un segundo disco, el apreciable Come of age. Los chavales, desde el inicial Blow it up y ante una todavía incipiente lluvia y el acoso de relámpagos y truenos, demostraron su "cuelgue" por los 60, la frescura de sus encantadoras melodías, una pasión adolescente por la electricidad, cierto aire "ramoniano" y su gusto por las guitarras garajeras. La parte de su concierto que vimos, toda una fiesta bajo la lluvia, combinó bien los temas de su debut -coreada por la masa mojada resultó Post break-up sex- y los hits del reciente, especialmente un Teenage icon que les confirmó, a su pesar, como uno de los "iconos" del festival.

Antes de que la tormenta arreciara y las actuaciones se interrumpieran, alrededor de las 20.00 horas, el tercer escenario ofreció una media cita de altura protagonizada por un artista ya consagrado como Mark Lanegan. El estadounidense de la voz profunda al que descubrimos en los 90 al frente de Screaming Trees, se mostró dominador del escenario y los estilos en el tiempo que pudo actuar, saltando del rock alternativo al blues, sin prejuicios y con los fans buscando cobijo bajo los árboles.

Tras hora y media de parón y mientras se adelantaban los británicos Klaxons, hubo que esperar algo más, hasta las 21.45 horas, para asistir al estreno estatal del compositor, cantante y guitarrista estadounidense Gary Clark Jr. Ya con un nombre labrado a fuego en el circuito del blues en el mundo anglosajón, como prueba su invitación al recital que ofrecieron los Rolling Stones en Hyde Park hace una semana, el afroamericano tiró de modestia -actuó al final ante unas 2.000 personas frente a las 100.000 con Jagger y Richards- y dio una lección de cómo insuflar energía rockera a los riffs del blues más clásico. Empezó lento con When my train pulls in, siguió con el boogie Don't owe you a thing, rockeó con Travis county, clavó numerosos "solos" y homenajeó a Hendrix. Enorme y con un sol añorado y rojo poniéndose en el horizonte.

Con el sol huyendo de Kobetamendi fue el turno de Kings of Leon, grupo cabeza de cartel y convertido en estrella de festivales y del "rock de estadio" anglosajón, pero poco conocido en el Estado y Euskal Herria. Puede que sea por elevado número de guiris que visitan ya el festival, pero con una imaginaria makila en sus manos lograron que más de 35.000 personas corearan su repertorio y estribillos, de los iniciales Four kicks -con su ritmo grueso y pesado- y Crawl -con sus guitarras distorsionadas- al previsible cierre en alto de la velada, con un racimo de éxitos formado por Radioactive, Used me y Sex on fire, temas que todavía no habían sonado al cerrar esta edición. Diminutos en el enorme escenario, confiando casi exclusivamente en la música y sin efectos circenses algunos, el cuarteto familiar -liderado por Caled, su guitarrista y cantante de timbre personalísimo, entre lo cool y lo cansino, aunque las féminas prefieran al bajista, su hermano Jared- ofreció un concierto de rock clasicista -de barbas, ropa vaquera y camisas a cuadros- con pegada pop en la que destacaron sus éxitos antiguos.