Juéguenselo todo a una ficha: habrá Gobierno Sánchez. Santos Cerdán tiene la maleta hecha para cuando Puigdemont le diga que vaya a hacerse la foto a Waterloo. Sumar, la muleta socialista en este trance, enseñará el martes por dónde entiende que debe ir el inminente perdón jurídico al procés. En paralelo, los principales medios comprometidos con la causa explicitan amablemente sobre grandes titulares pedagógicos el acomodo constitucional de la amnistía. Apenas queda como presión de medio pelo mirando a la galería esa estrambótica consulta del Consell de la República que, en buena lógica, acabará como siempre acaban estos pulsos plebiscitarios controlados desde que nacen. La investidura está muy encarrilada. En caso de duda, tomen el pulso al cabreo de la derecha. El PP ve desvanecerse su agónica esperanza de una repetición electoral, precisamente ahora que Vox empieza a hacer agua y los nostálgicos socialistas se rebelan contra las cesiones al chantaje del independentismo catalán.

El futuro Gobierno de coalición quiere darse un mes de tiempo antes de cerrar su acuerdo, simplemente para guardar las apariencias. Lo suyo también está hecho. Existe un entendimiento tácito entre PSOE y Sumar a expensas de adornos puntuales –sobre todo en la estructura de algunas carteras– y de escenificar, propio de estos procesos, puntuales diferencias que solo sirven para guiñar el ojo a los suyos. Quizá la más estridente sea el fondo del ámbito de aplicación de la amnistía, pero a buen seguro que la sangre no llega al río. El Tribunal Superior de Catalunya ya ha encendido la luz roja preventiva. En todo caso, son dos socios absolutamente reconocibles en sus propósitos. A tal punto se da por seguro el pacto, que Podemos clama por su exclusión, temiendo con razón que puede suponer la antesala de su valor inane. Aquella fuerza arrolladora del 15-M, que vino a acabar con las castas y desplegar un nuevo manual de la ortodoxia política, trastea como alma en pena pidiendo acogida. Les queda el recurso del pataleo, incluso de la amenaza de utilizar estratégicamente el peso de sus votos dentro del grupo parlamentario, donde han quedado relegados contra la pared. Habrá jaleos puntuales, pero sus lamentos, especialmente de la beligerante Belarra, carecen de eco informativo. La venganza de Yolanda Díaz laminando el espíritu pablista recuerda los mejores manuales del cainismo en la izquierda progresista.

En Moncloa y en Ferraz, contención y prudencia. Que se quemen otros. Se saben con mucho terreno ganado para sus intereses, advierten en el ánimo del resto de la mayoría de sus apoyos un deseo irrefrenable de evitar las urnas, comprenden que todos ellos sigan manteniendo alto el listón de sus exigencias porque es lo suyo y, por si fuera poco, asisten a las torpezas dialécticas y estratégicas de un PP que no para de romperse por las costuras. Es inaudito que Feijóo encalle con semejante estrépito en entrevistas donde se requiere ir pertrechado para evitar los resbalones. Quizá porque sigue pensando que le preguntarán vaguedades de corto alcance como en sus años de la Xunta. Son ocasiones perdidas para apuntalar definitivamente su liderazgo, muy reforzado desde la fallida investidura. Todo ello en un momento de especial sensibilidad para el devenir de la derecha. Las primeras fallas en Vox, que alcanzan incluso al corazón de su economía, alertan de un principio de descomposición real para quienes conocen las tripas de este partido de interesados. Las deserciones y dimisiones bastante significativas no son flor de un día.

Mientras, Puigdemont, ese cadáver político antes del 23-J, asume ahora como imperdonable desperdiciar la inmejorable ocasión –posiblemente única– de que dispone para humillar a su Estado enemigo, arreando de paso una colleja a ERC. Aparece revestido de tal aura, en un escenario abonado para exprimir al máximo su descarado egocentrismo, que se permite hasta el lujo de vetar en la recta final de las negociaciones a Salvador Illa, su auténtica bestia negra electoral, y una cabeza clarividente con luces largas sobre cómo incardinar Catalunya en España. Meras estrategias revanchistas del líder de Junts sin recorrido posible. Sánchez se lo dejó muy claro al minuto con esa reunión cara a cara junto al auténtico valedor de la regeneración dialéctica del socialismo catalán. Más inquietante resulta la fundada sombra amenazadora de la toga de Llarena. Este duelo judicial, contrariamente al resto del ambiente que se detecta, no está hecho.