A finales de diciembre, vi un tweet en el que alguien decía que su propósito para el año entrante era ser más humilde, ya que más atractivo y mejor persona no se podía ser. Creo que fue posiblemente el tweet que vi que más destacó por su inverecundia. La verdad es que ya venía yo tocado, pero el arranque del año nuevo no ha dejado mucho que desear. Tras las dos primeras oleadas de oniomanía (aún nos queda la tercera), cada vez me da más pigricia tirar para adelante. Y eso que procuro empezar el día con una buena pandiculación que me permita afrontar la jornada sin ergofobia. Pero lo cierto es que cada día resulta más difícil.

De momento, no parece que el panorama político se diferencie mucho del último tramo del año recién acabado. La oposición acusa al gobierno de kakistócrata, a menudo con mucha verbigeración. Y este acusa a la oposición de logorréica. Esto incide en que a muchas personas la política les resulte un terreno fuliginoso del que huir. Nada nuevo bajo el sol.

Y aunque se me pueda acusar de preterición, no voy a entrar a valorar el asunto futbolístico. Ya se sabe lo sobreopinionado que puedo ser al respecto. Tras la muerte de Pelé, al acabar el año, se eclipsó lo que algunos calificaron de hazaña de Messi en el Mundial. Pues ahora vuelve la liga y la Copa y la supercopa y demás distracciones. Volvemos al panem et cirsensis de la normalidad. Tampoco nada nuevo bajo el sol.

E íbamos a salir mejores de la pandemia…

Reconozco que puedo ser un poco anacoreta en algunas cosas. Nada de eso me resulta impedimento, ni me da ninguna acrofobia, decir que espero que se desactiven al menos 5 de los conflictos bélicos activos en la actualidad –el de Ucrania incluido– y espero que se desactiven en el curso del año. Espero que no sea ninguna alucinación hipnagógica.

Y os diría que todo esto no es ninguna xenoglosia, pero quien me conoce podría decir que con ello falto a la verdad con mis pleonasmos. En todo caso, ¡feliz año 2023!

@Krakenberger