ecía Paul Verlaine que los largos sollozos de los violines del otoño herían su corazón con monótona languidez. Siento algo parecido con la imagen de la política.

Para muestra dos botones. El primero tiene que ver con que la elección de la representante de RTVE -que no de España, ojo- en Eurovisión sea motivo de debate en el Senado. Que se plantee una pregunta parlamentaria al respecto me parece de una enorme trivialidad. Por más que me esfuerce, no consigo recordar que se haya debatido nada de esa trivialidad en un parlamento occidental. De los demás parlamentos apenas me llegan noticias. Por ello, puede que sea el debate más trivial incluso a nivel mundial, especialmente cuando pasa lo que pasa en Rusia y Ucrania, por ejemplo.

No entro en la calidad de las canciones, de las intérpretes y del salvaje tratamiento a la ganadora en redes sociales, que son otros temas. Tienen su lugar de discusión, pero no en un parlamento.

Pero todo ello ha quedado literalmente eclipsado con la votación de la reforma laboral. No voy a entrar en la valoración de la reforma, que cada cual tiene la suya y yo, por supuesto, la mía. No es eso lo que planteo. Me inquietan las formas. Que un partido diga que apoya y que luego, en la práctica, no apoye -o al revés si lo desean, que diga que no apoya y que luego en estas condiciones apoye- resulta inaudito. Que dos de sus integrantes digan que votan lo contrario en conciencia pero no hayan dicho nada antes, cuando su partido dice que apoya, da que pensar. Que otro diputado cometa cinco veces consecutivas -cinco, ojo- un mismo error a la hora de elegir tres botones dice mucho del mismo. Si no estaba en condiciones, no haber votado. No sé si se es consciente de la imagen del deterioro de la política que da todo esto. Y es que la imagen en política es fundamental.

¿O acaso alguien quiere deteriorar hasta ese punto la imagen de la política? ¿Con qué fin?

Y que conste que en estas cuestiones de imagen, pagan justos por pecadores.

@krakenberger