abemos cuál es la primera vez que entramos en un sitio, pero es difícil ser consciente de cuándo es la última vez que sales de él. Esta semana ha cerrado sus puertas el mítico Bode, quizás el bar que más historias guarda de mi juventud y de la de tanta gente, no solo de Gasteiz. He leído algunos comentarios sintiendo con emoción la pérdida y creo que nos ha removido tanto porque sentimos que no hemos perdido un bar, sino una época de nuestra vida, quizá la más libre, alocada y alegre. También hemos perdido más cosas, como el respeto y el valor que se le daba allí a la música. En el Bode la música era algo más que ese hilo musical que ponen ahora de fondo en muchos bares. Recuerdo aquellos discos al otro lado de la barra, muchos con las portadas peladas de tanto usarlos: The Cult, AC/DC, Hertzainak, Lou Reed.... La gente escuchaba la música, la reconocía. Música más rockera y motera cuando en la barra estaba Jon, con un toque más inglés y mod cuando estaba Kike, más euskaldun y tranquila cuando estaba Mikel, demostrando que los sitios y los ambientes los hacen, sobre todo, las personas. El Bode fue también un importante punto de encuentro de la movida del Rock radical vasco y también supuso un refugio y un vivero del euskera en Gasteiz, con el aporte de las y los estudiantes de la Universidad llegados de distintos puntos de Euskal Herria. También fue un lugar de acogida, tanto que fue capaz de convertir a un mendigo en una institución. Me pregunto si hoy en día algún bar acogería con tanto cariño y respeto a un personaje como el anciano Somorrostro. El Bode dio un hogar a mucha gente, un lugar al que acudir en cualquier momento, no solo a última hora, cuando cerraban los bares y llegaba la marabunta, sino a la tarde a tomar un café o a la noche a cenar un bocata. Recuerdo muchas cosas que ocurrieron allí, pero sobre todo recuerdo las risas con las y los amigos. Yo fui muy feliz ahí dentro. Y se lo quería agradecer a Kike, Jon y Mikel. Eskerrik asko bihotzez.