Numerosos son los vestigios que nos han llegado desde la antigüedad sobre el uso tanto recreativo como ceremonial pasando por la medicina o la simple muestra de poder, de los perfumes, aceites o ungüentos por parte de las civilizaciones antiguas y clásicas. Textos de escritores como Plinio o Discórides daban alguna pista, pero sin entrar en detalles. Los hallazgos arqueológicos también han ofrecido información relevante, especialmente en los ajuares funerarios encontrados en tumbas.
Pero se ignoraba cómo olían estos perfumes, cuáles eran sus ingredientes.
Pachuli en la Roma rica
Se acaba de descubrir que el pachuli era uno de los aromas del que los antiguos romanos disfrutaban. Y además por lo que se ha podido constatar, de los más selectos. La sorpresa viene de que no existían referencias escritas en los textos estudiados al aroma de esta planta llegada de Asia que también enamoraría 2.000 años después a la cultura hippie en la década de los 60 en el siglo XX.
En la sevillana Carmona se encontró en 2019 un mausoleo subterráneo en la necrópolis de la antigua Carmo romana, posiblemente de una familia muy rica del siglo I dC, que alberga entre sus muros ocho nichos, loculi, seis de los cuales contenían urnas fúnebres de distintos materiales y formas. Su contenido incluía también ofrendas y objetos.
Una de ellas, una caja de plomo con forma ovoide, contenía una segunda urna de vidrio, la olla ossuaria. En ella se guardaban los restos incinerados de una mujer de 30-40 años, y lo que resultó un descubrimiento inusual: en un saco de sedas y junto a dos cuentas de ámbar del Báltico había un frasco de perfume, un unguentarium de cristal de cuarzo, intacto y perfectamente sellado. En su interior una sustancia sólida evidenciaba que aún contenía perfume fabricado hace 2.000 años. Al fin una muestra física de perfume podría ser analizada.
Un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba, liderado por el catedrático de Química Orgánica José Rafael Ruiz Arrebola en colaboración con el arqueólogo municipal de Carmona, Juan Manuel Román, analizó tanto el sello como el contenido.
En el artículo publicado en la revista Heritage explicaron que a través de diferentes técnicas se han identificado dos componentes, una base aglutinante de aceite vegetal, probablemente de oliva aunque se ha certificado, y la esencia aromática, aceite esencial de pachuli.
El lujo que supone este perfume se demuestra con la calidad del envase, tallado en cristal de cuarzo en lugar del clásico vidrio soplado, y que cerrado con un tapón de dolomita (una piedra caliza) y sellado con betún, características que no se habían documentado hasta ahora.
Así, el poder social y económico de una familia también se mide en el perfume que podía usar. Y en aquella época oler bien era un lujo.
La ‘Pogostemon cablin’, historia de la perfumería
El pachuli (Pogostemon cablin) es una planta de cuyas hojas se obtiene un aceite esencial fuerte e intenso, principalmente amaderado, terroso y alcanforado, con matices de tabaco y cacao, por lo que se ha usado durante cientos de años en perfumes y ungüentos. Originariamente crece en el oeste y este de la India
Antes de usarse en perfumería, los mercaderes orientales envolvían en hojas secas de esta planta sus telas y sedas más delicadas y lujosas para protegerlas de los insectos. Su aroma impregnaba el tejidos y acabó asociándose también al lujo y la calidad.
La extracción de su aceite esencial empieza secando sus hojas y haciendo que fermenten durante una semana a la sombra, almacenándolas luego en un lugar seco y oscuro. Después se destilan al vapor durante 6 a 24 horas para obtener un aceite esencial rico en patchulol, compuesto orgánico responsable del aroma. A partir de aquí se puede ir afinando y depurando el aceite con otras técnicas.
