TOKIO. La misión no tripulada recorrió una trayectoria de 3.200 millones de kilómetros hasta alcanzar su destino (a unos 300 millones de kilómetros de la Tierra), y durante el próximo año y medio tratará de realizar tres aterrizajes en el cuerpo rocoso bautizado como Ryugu, explicó hoy la Agencia nipona de Exploración Espacial (JAXA).
"Siento alivio y emoción porque (Hayabusa2) ha llegado a salvo a un asteroide donde nunca antes había entrado la humanidad", dijo el responsable del proyecto, Yuichi Tsuda, durante una rueda de prensa.
La sonda ha logrado situarse con éxito a 20 kilómetros de altura sobre el asteroide, del que ahora comenzará a hacer mediciones para calcular su gravedad y decir dónde aterrizar y situar la maquinaria para la investigación, lo que prevén que ocurra a finales de agosto.
Si la sonda logra cumplir con éxito su misión y emprender el viaje de vuelta a la Tierra, las muestras del asteroide podrían aportar valiosas pistas sobre los orígenes del sistema solar y de la vida en la Tierra, señaló la agencia aeroespacial japonesa.
La aeronave fue lanzada en diciembre de 2014 desde el centro espacial de Tanegashima (sudoeste de Japón) y tiene previsto regresar a nuestro planeta a finales de 2020.
La misión, no obstante, presenta desafíos significativos como hallar un punto apropiado para tocar tierra en una superficie muy accidentada, con abundantes cráteres y en la que se registran elevadas temperaturas, según los responsables del proyecto.
La JAXA dijo que procederá "con mucha cautela y de forma segura" para tratar de garantizar el éxito de la misión.
El asteroide Ryugu -nombre de un palacio mágico submarino del folclore nipón- tiene unos 900 metros de diámetro y una forma ligeramente cúbica y, como otros planetas menores, está considerado entre los cuerpos más antiguos del sistema solar y por tanto con potencial para aportar información sobre la evolución del universo.
La JAXA ya emprendió anteriormente una misión espacial entre 2003 y 2010 para tomar muestras de un tipo diferente de asteroide, un proyecto que completó con éxito tras sufrir diversos problemas técnicos y retrasos, que incluyeron la pérdida del contacto con la aeronave.
La Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA) también cuenta con una misión similar en marcha, la emprendida en septiembre de 2016 por la sonda Osiris-Rex con destino al asteroide Bennu, al que aspira a llegar a finales de este año para retornar a la tierra con muestras en 2023.