El artista chileno Nicolás Miranda revolucionó este martes el Museo de Cera de Madrid con una acción que, según asegura la institución, no estaba ni consentida ni coordinada por el museo pero que logró el revuelo deseado por el escultor, que lo hizo con una intencionalidad clara: denunciar la pasividad de la comunidad internacional ante el genocidio perpetrado por Israel en Gaza.

Políticos de derecha con cuerpo de animal

Y lo plasmó de una forma muy llamativa, realizando una particular intervención en el espacio que el Museo de Cera tiene dedicado al Despacho Oval de la Casa Blanca. Allí, junto a las habituales figuras a tamaño real del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y de su mujer, Melania (también se encuentra allí habitualmente el expresidente Barack Obama), Miranda colocó a otros personajes de la derecha y ultraderecha política internacional (en sus palabras, un "retablo de ultraderecha") en tamaño más pequeño, con la intención de mostrar que están subordinados al mandatario estadounidense.

Pero lo más impactante es los cuerpos con los que mostró a esos políticos. Así, convirtió a tres dirigentes españoles, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y el líder de Vox, Santiago Abascal, en ratas. No se conformó con eso, sino que transformó al presidente argentino, Javier Milei, en un perro salchicha a los pies de Trump y Melania; y al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Chucky, el muñeco diabólico, sentado en el sillón que normalmente está destinado a que los visitantes se hagan fotos en ese escenario.

El Museo lo critica

Desde el Museo de Cera se apresuraron a dejar claro que nada de lo que se pudo ver allí (y que el artista publicó también en sus redes sociales) tuvo que ver con la institución. Lo hicieron por medio de un comunicado en el que aseguraban que la intervención artística permaneció “únicamente durante un periodo de 20 minutos” y que el artista actuó “sin consentimiento ni coordinación” con el Museo, que “no avala ni se hace responsable del contenido simbólico o político de la obra”.

Además, afirman tajantemente que la obra “no es propiedad ni fue creada por el Museo” y que ellos mantienen “una línea expositiva centrada en figuras históricas, culturales y del entretenimiento, sin vinculación con manifestaciones partidistas, satíricas o controversias geopolíticas. Queremos reiterar nuestro compromiso de ofrecer un espacio cultural respetuoso y libre de contenidos no consensuados. Rechazamos cualquier utilización de nuestras instalaciones para fines ajenos a los establecidos en nuestra misión institucional”.