Si hay alguna certeza en la plantilla que presentará el Baskonia la próxima temporada 2025-26, una de ellas es que Chima Moneke no formará parte de ella. El ala-pívot nigeriano dejó claro desde los últimos rumores que lo situaban fuera del club a mitad de curso que cumpliría el contrato de dos campañas que firmó en 2023 y que después se convertiría en agente libre en busca del mejor contrato posible, y así sucederá.
Será el punto y final a una etapa de dos campañas en el Buesa Arena que comenzó generando enorme ilusión y que, pese al gran rendimiento deportivo ofrecido, termina con la sensación de que el ala-pívot nigeriano deja el Baskonia por la puerta de atrás.
Sus números, analizados aisladamente, son los de un jugador de máximo nivel en Europa. Nadie pone en duda el talento y las condiciones físicas de un interior imparable en carrera y que promedió 14 puntos, 6,7 rebotes, 1,4 asistencias y 18,9 créditos de valoración en la Euroliga en su primera campaña en Vitoria y 14 puntos, 6,1 rebotes, 2,3 asistencias y 18,6 créditos en la segunda, siendo el quinto y el séptimo jugador más valorado del torneo respectivamente.
Sin embargo, algo se ha ido resquebrajando con el paso del tiempo. Lo que al principio de su paso por Vitoria eran siempre sonrisas, comunión con la grada y alabanzas mutuas, se ha ido convirtiendo en indiferencia, caras más serias, un lenguaje corporal diferente e incluso críticas por parte de un sector de la afición.
Por distintos motivos, los gestos de cariño, abrazos y sonrisas en los primeros meses de Moneke en el Baskonia terminaron en una amarga despedida el pasado viernes en el Buesa Arena al caer eliminado el equipo en el segundo partido de cuartos de final ante el Real Madrid. Ni un cántico de “Moneke quédate” como se escuchó con anteriores referentes azulgranas y una ronda de choques de mano con caras largas y sin cruzar palabras con los aficionados antes de desfilar al vestuario local por última vez.
Siempre en el ojo del huracán
Para bien o para mal, Moneke ha estado en boca de todos desde el primer día y ha sido protagonista tanto dentro como fuera de la cancha. Llegó con el cartel de jugador total tanto en defensa como en ataque y finalmente se ha destapado como un excelente anotador y uno de los mejores penetradores y reboteadores del continente, pero con un estilo de juego individualista y anárquico que en ocasiones ha jugado en contra del colectivo.
Además, en defensa no ha sido ese perro de presa que se esperaba de un jugador de su físico y en ocasiones ha sido sospechoso de dosificarse atrás para poder ser más protagonista en ataque. Su empeño en lanzar tiros forzados desde el triple –ha sido el que más intentos ha realizado en Euroliga tras Howard y Rogkavopoulos pese a su pobre porcentaje del 29,5%, el peor de la plantilla quitando a Jaramaz, Ndiaye y los dos pívots– tampoco ha ayudado a ganarse simpatías.
Sus expresivos gestos sobre la cancha, la cercanía con los aficionados y su extravagante personalidad encajó bien desde el principio con muchos seguidores, mientras que otros lo encontraron demasiado exagerado. “Si la gente me llama tribunero, intentaré ser el mejor tribunero posible”, dijo en una entrevista concedida a este periódico la pasada temporada.
Así fue durante un tiempo, pero en el tramo final de su etapa no se ha visto tanto a ese Moneke sonriente y ha apostado por un perfil más bajo, cambiando las sonrisas e interacciones con la grada por rostros inexpresivos y gestos de rabia en las celebraciones, ya sea por fatiga mental y física debida a su carga de minutos, por agradar a sus detractores o porque su cabeza estaba ya lejos del Baskonia. La ausencia de las principales amistades de su primer año, Miller-McIntyre, Theodore y Chiozza, también ha podido influir.
Por otro lado, ha sido un jugador muy activo en las redes sociales, en la línea de otros como Mike James, su amigo TJ Shorts, Evan Fournier o Wade Baldwin, siempre presentes en los debates y sin pelos en la lengua a la hora de dar su opinión sobre temas controvertidos.
Por ello, también ha sido consciente de las críticas que recibía en estos medios y eso lo hizo estallar en una entrevista televisiva en Movistar+ en medio de los rumores sobre su marcha el pasado mes de diciembre. “Si le preguntas a cualquiera del equipo, el 90 por ciento de las cosas que se dicen no son verdad. Dejad de jugar con mi nombre. Dejad de tuitear sobre mí y conseguir vistos y clicks para obtener relevancia. Dejad de difundir mentiras sobre mí y sobre mis compañeros. Estoy realmente cansado de eso”, dijo, mirando a la cámara.
También dejó claras sus intenciones en un podcast reciente. “La prioridad número 1 para nosotros es el dinero. En el peor escenario posible, la segunda. Nunca he pensado en la perspectiva de los aficionados y en su amor por el equipo”, aseguró. Declaraciones sin romanticismo alguno que han sumado algo de amargura a sus últimos días en Vitoria, en los que también protagonizó un desafortunado episodio al enzarzarse con Burjanadze y terminar siendo expulsado en la última jornada liguera en A Coruña sin nada en juego. Lo que pudo ser una historia de amor, termina sin logros deportivos, sin ingresos por venta en la hucha azulgrana y con un desenlace estándar y sin artificios.