El Baskonia impuso la lógica en un derbi muy descafeinado, pero la cómoda victoria no dejó una sensación de felicidad plena. Que un colista descendido matemáticamente ya a la LEB Oro fuera capaz de endosarle un espeluznante parcial de 19-0 tras seis minutos de absoluta ceguera ofensiva deja bien claro la necesidad de recomponerse y recuperar las virtudes extraviadas antes del play off por el título.
El consuelo es que todavía hay cierto margen de tiempo para añadir rodaje a un coche que se ha quedado oxidado por culpa de la pandemia. Aquel grupo que competía como los ángeles con una mezcla perfecta de explosividad física, vértigo al contragolpe y dureza defensiva aún se hace de rogar.
En espera de esa ansiada combustión plena, toca salir del paso a base de oficio. Eso fue lo que sucedió frente al GBC, un equipo entregado desde el salto inicial, sin las uñas afiladas para plantear una férrea oposición y sabedor ya de que la próxima campaña competirá en el lodazal de la LEB tras ser readmitido el pasado verano por un juez.
Poco importó un tétrico arranque de segundo cuarto en una velada que discurrió por los cauces esperados. La brusca dentellada inicial a un GBC sin el nivel suficiente para permanecer en la élite motivó que el Baskonia se acomodara en demasía y viviera de las rentas. Tan fácil lo vio el plantel vitoriano que levantó por momentos el pie del acelerador antes de poner una nueva marcha tras el descanso y acabar victorioso a lomos de un Polonara incandescente.
El italiano sigue poniendo los dientes largos a sus pretendientes. Para él, no hay partidos de guante blanco. Frente al GBC volvió a tirar del carro con la contundencia que le caracteriza. Poco más dejó un partido en el que Massenat -dado de alta en lugar de Fall- debutó de forma testimonial, Colom dispuso de muchos minutos para empezar a encontrar socios e Ilimane dispuso un día más de la confianza justa de Ivanovic.
Sin la continuidad ni entereza que exige el asalto a los títulos, en parte por la escasa aclimatación de las caras nuevas o las ausencias, el Baskonia salió airoso de un partido más propio de pretemporada. El calamitoso porcentaje triplista y las penurias del GBC evitaron males mayores en una velada de escasa vistosidad y plagada de despropósitos.
En efecto, no hubo clemencia con un vecino donostiarra condenado definitivamente a la hoguera. Por contra, el Baskonia quemó una nueva etapa de la fase regular que le permite igualar a triunfos al Valencia en la carrera por la cuarta plaza. Son los contrastes entre dos equipos distanciados por un mundo en todas las facetas.
El Baskonia puso rápidamente tierra de por medio en el marcador con una notable puesta en escena que destapó las miserias locales a todos los niveles. Tras un triple de Giedraitis y un dos más uno de Sedekerskis, el interés por la identidad del ganador pareció quedar reducido a la mínima expresión. A raíz del fulminante 7-29, una monumental pájara en las filas azulgranas devolvió algo de aliento a un anfitrión reanimado.
Fueron seis minutos infernales en los que los pupilos de Ivanovic se quedaron completamente secos en ataque y encajaron un parcial de 19-0. Dos tiros libres y un triple de Giedraitis frenaron la sangría para un Baskonia que, entre su lógica pérdida de ritmo tras el parón y su desmedida relajación, permitió que el colista soñara más de la cuenta.
Coincidiendo con la presencia de los dos flamantes fichajes en pista (Colom y Massenat), el conjunto azulgrana perdió por completo el rumbo. El mal balance defensivo, las pérdidas de balón y la superioridad interior de Okouo insuflaron esperanzas a un Gipuzkoa Basket todo corazón pero rebosante de limitaciones.
Aunque la zona de ajustes diseñada en la pizarra por Nicola le originó excesivos problemas, el Baskonia se topó con un partido muy cómodo en el que su rival siempre hizo la goma y transitó con la lengua fuera víctima de su desacierto. Apreciada la falta de colmillo de los donostiarras, Ivanovic se permitió incluso el lujo de prescindir de Henry durante gran parte de la segunta mitad. Polonara, autor de 17 de sus 23 puntos en el cuarto final, puso los clavos en el ataúd del GBC.