Hasta los galácticos de la canasta como Shane Larkin necesitan acumular kilómetros en sus piernas para recuperar todo su esplendor cuando dejan atrás una comprometida intervención quirúrgica. El arrebatador base del Anadolu Efes, con el que el TD Systems Baskonia se reencuentra hoy en el Sinan Erdem Arena y que dejó un imborrable recuerdo en Vitoria tras su paso en la campaña 2016-17, aprovechó el verano para reparar sus dos rodillas, algo castigadas tras las incontables exhibiciones rubricadas la pasada temporada hasta la interrupción de la Euroliga por culpa de la emergencia sanitaria.

En aquel momento, el turco era un equipo lanzado hacia la Final a Cuatro de Colonia y que dominaba con puño de hierro la máxima competición continental. Buena parte de la culpa la estaba teniendo el exazulgrana, una insaciable máquina a la hora de destruir rivales que en el último encuentro oficial antes de la pesadilla del coronavirus, por ejemplo, masacró sin piedad al Olympiacos con 40 puntos y un sensacional 10 de 15 en triples.

Cada vez con un mejor tono físico, la muñeca de Larkin ya comienza a entrar en calor. El estadounidense quiere aprovechar la visita de su primer equipo en Europa para seguir dando pasos en su paulatina puesta a punto. De momento, está bastante contenido para lo que es un fuera de serie como él susceptible de desfigurar el rostro de sus adversarios mediante unos volcánicos minutos en la faceta ofensiva.

Su repertorio incluye esta temporada 15 puntos al Olympiacos, 13 al Bayern Munich, 20 al Khimki y 18 al Estrella Roja, aunque su punto de mira se encuentra algo desviado como lo demuestra ese 32% en triples (9 de 28 intentos). Lejos de la combustión plena y a la espera de recuperar esas sensaciones previas a su paso por el quirófano, Larkin se está destapando como un base más terrenal de lo habitual. Claro que una versión normal suya es superior a la de mayoría de jugadores de la Euroliga, donde hasta hace poco competía con Facundo Campazzo por la etiqueta de mejor base a este lado del Atlántico.

bautismo con turquía En el reciente parón por las ventanas FIBA, Larkin ha seguido acumulando rodaje con Turquía, cuyos directivos tuvieron que rascarse de lo lindo el bolsillo para que vistiera la elástica de su selección nacional. Apenas 24 horas después su victoria en Belgrado con el Efes, el de Ohio hizo su esperado debut ante Croacia. No le fueron excesivamente bien las cosas con una derrota y una irregular actuación en el plano individual (12 puntos), pero el domingo sí dejó su sello (23 tantos y 9 asistencias) en la indispensable victoria ante Holanda que acerca a los pupilos adiestrados por Orhun Ene al próximo Eurobasket.

Nacionalizado en febrero de este año con vistas a un Preolímpico que finalmente se suspendió por culpa de la pandemia, no fue hasta hace menos de una semana cuando Larkin desplegó su magia para Turquía. A diferencia de Bobby Dixon, que cambió su nombre por Ali Muhammed cuando se nacionalizó, la estrella del Efes sí ha conservado su nombre y su apellido en la espalda.

Quien más ha sufrido en sus carnes su ausencia hasta la sexta jornada de la Euroliga ha sido el propio cuadro cervecero, masacrado por las lesiones y con una raquítica rotación en los últimos tiempos. Y es que a Ergin Ataman le ha mirado un tuerto con hasta cuatro piezas capitales de su proyecto en la enfermería (Micic, Beaubois, Dunston y Pleiss), de ahí que los resultados no estén siendo tan descollantes como los del curso anterior.

El Anadolu Efes acumula en estas diez primeras jornadas las mismas derrotas -cuatro- que durante las 28 de la pasada temporada, algo que casi nadie esperaba dado su enorme potencial. Todo hace indicar que hasta la recuperación de todos sus efectivos no será capaz de volver a imponer esa impresionante velocidad de crucero que le permita reivindicarse como uno de los claros candidatos al reinado continental.

Henry y Kurucs pasarán hoy una indudable reválida ante un base carne de la NBA pagado a precio de oro en Estambul. Nadie duda acerca de que su talento, sus eléctricos cambios de ritmo y sus letales suspensiones desde la larga distancia volverán a carecer de antídotos en el baloncesto europeo en cuanto adquiera su mejor tono físico.