Ni el seguidor baskonista más acérrimo y optimista del planeta podía haber imaginado algo así. Cuando otra severa ración de infortunio amenazaba con convertir el desplazamiento a la gélida Vilnius en un suplicio, el Laboral Kutxa emergió con una fuerza inusitada para concretar un golpe de autoridad imprevisto y también implacable. El castillo corría el riesgo de derrumbarse ante la terca realidad de que tres sensibles bajas (Heurtel, Causeur y San Emeterio) daban continuidad a una maldición inacabable que no cesa de convertir el tránsito por la Liga ACB y la Euroliga en una pesadilla. Lejos de hacer mella tanta adversidad, sin embargo, la tropa alavesa rubricó una actuación soñada para allanar el camino hacia el Top 16 en el Siemens Arena, la pista de un rival directo que acabó desquiciado ante el notable hacer, la disciplina y la abrasiva intensidad de los visitantes.

Con apenas nueve creyentes entre sus filas que se resignaron a bajar los brazos en un momento delicado, incluidos dos jóvenes cuyo protagonismo debía ser residual y dos benditos temporeros que han dado un mayúsculo salto de calidad a un colectivo mermadísimo, el Laboral Kutxa sentó las bases para materializar el primer gran objetivo de la temporada. Y lo hizo gracias a la casta de Nocioni, la providencial aparición de Milko Bjelica -un gladiador en los dos aros que dejó unos gloriosos minutos para el recuerdo-, un destajista esfuerzo colectivo y un compromiso a prueba de bombas que caricaturizó al Lietuvos Rytas, verdugo del Panathinaikos en el mismo feudo donde los vitorianos paseron ayer una superioridad abrumadora. En definitiva, un éxito de un valor incalculable que acerca sobremanera una de las cuatro primeras posiciones a poco que el Buesa Arena sea un fortín inexpugnable en próximas fechas.

Nadie se acordó de los muchos ausentes en tierras bálticas tras el enésimo golpe bajo encajado en las horas previas al duelo en forma de sobresaltos físicos. Diezmada la cuerda exterior hasta límites insospechados por la ausencia de los dos galos y San Emeterio, el triunfo pasó a convertirse en una cuestión de fe. Obligado por las circunstancias, Scariolo devolvió durante algunos minutos a Nocioni a sus orígenes y concedió la alternativa a Van Oostrum. El bisoño timonel anglo-holandés pagó la novatada en cuanto debió oxigenar a Hodge. Su desconcertante timón en los compases iniciales del segundo cuarto sumió al Laboral Kutxa en un callejón oscuro sin que el Lietuvos Rytas aprovechara para retomar la delantera en el marcador. Fue el único momento de dudas de un equipo tocado por una varita que arrasó tras el intermedio y adquirió una interesante colchón con el basket average para terminar de rematar una velada redonda.

El famélico combinado alavés volvió a sostenerse gracias al grandioso corazón del Chapu y la refrescante aparición de Milko Bjelica, que con un único entrenamiento a sus espaldas dejó boquiabierto al personal. El argentino detesta el miedo. Sus toneladas de fe, ese espíritu indomable que resulta intransferible, insuflaron renovadas fuerzas a un bloque que no tiró la toalla pese a presentar una fisonomía desoladora. En una jornada trascendental donde el Baskonia se jugaba buena parte de sus esperanzas continentales, Nocioni volvió a inocular su gen ganador. Puntos, rebotes, defensa, infinidad de faltas recibidas y garra a raudales para reducir al anfitrión lituano. Si sus exhibiciones son el pan nuestro de cada día en el universo azulgrana, la irrupción del montenegrino no entraba en ninguna quiniela previa. Solvente atrás e imperial en ataque con una álgida producción, se erigió en un factor sorpresa.

Gecevicius, un tirador infalible, fue el único local que discutió la supremacía alavesa. A raíz del 47-51 mediado el tercer cuarto, el partido desembocó en un aplastante dominio del Laboral Kutxa, que aprovechó la estrecha vigilancia lituana sobre Nocioni para buscar tiros cómodos gracias a una primorosa circulación de balón. Kaukenas, Jelinek y Milko remataron la faena de aliño que empezó a desbrozar el Chapu.