Madrid. Había perdido el Caja Laboral en los dos últimos años la capacidad para mirar a los ojos a los que siempre habían sido sus grandes rivales por los títulos. Así que cuando arrancó el curso sólo se le exigía una cosa a la nueva versión del equipo azulgrana. Se le pedía que volviera a competir en las citas de postín, como hizo ayer en el Palacio de los Deportes ante un Real Madrid que acabó imponiendo su mayor fondo de armario en un duelo en el que tuvo que sudar sangre hasta la prórroga y en el que quedó constatado el paso adelante que dio el pasado jueves el equipo.

En Milán el conjunto baskonista ganó algo más que un partido. Recuperó su orgullo, la fe y las señas de identidad que de uno u otro modo han estado presentes en los grandes hitos históricos del club. El feudo del señalado por todos como gran favorito al título sirvió de escenario a la confirmación de lo que quedó apuntado tres días antes en la Euroliga. Donde antes se apreciaba un equipo que se derretía como un azucarillo cuando venían mal dadas, ahora se ve un colectivo sólido que pelea hasta el final. Más allá de cuestiones tácticas y análisis técnicos, donde también este nuevo equipo azulgrana quedaría muy favorecido en las comparaciones con sus versiones precedentes, es en su esencia, en el espíritu indomable que luce y que ayer le permitió llevar a la prórroga un partido que tenía prácticamente perdido, donde reside la materia prima de la que están hechos los sueños de una afición que tiene motivos para volver a otear el horizonte con esperanza. Con 72-61 en el electrónico y poco más de tres minutos por jugarse, cualquiera habría dado por vendido todo el pescado. Pero este Baskonia ya no es cualquiera.

Un parcial de 0-11 trasladó la inquietud a la grada y sembró muchas dudas en el conjunto que dirige el vitoriano Pablo Laso, que ayer supo de primera mano que habrá más de dos invitados al banquete liguero. Un Maciej Lampe imperial, autor de nueve de esos once puntos, certificó la remontada y tras fallar Draper en la penetración, el partido se marchó al tiempo extra con la sensación de que el Caja Laboral llegaba en mejor tendencia que su rival.

Sin embargo, quizá porque ayer no era el día, o simplemente porque la suerte fue esquiva en algunas acciones como un triple de San Emeterio que se salió tras hacer la corbata y que podría haber mantenido al Baskonia con ventaja en la prórroga, al final el duelo cayó del lado del Madrid. Aunque también en estos cinco minutos finales hubo espacio para comprobar la enorme capacidad de sacrificio y las ingentes dosis de fe que se han instalado en el vestuario baskonista. El conjunto blanco llegó a disponer de una nueva renta que parecía definitiva pero que de nuevo no lo fue.

Una canasta de Felipe Reyes, tan sobrio y dañino para el contrario como de costumbre, situó un 80-74 que parecía la puntilla definitiva para el bravo morlaco azulgrana. Pero entonces volvió a aflorar esa ración adicional de autoestima que se ganó en el Mediolanum Forum de Milán y se produjo una nueva remontada que a punto estuvo de resolver la contienda con una victoria visitante. Fueron de nuevo los que están destacando como los dos claros referentes del nuevo Baskonia, Lampe y Nemanja, quienes tiraron del carro. Cinco puntos consecutivos del poste polaco, con triple incluido, y una nueva canasta del combo serbio colocaron al Caja Laboral por delante en el marcador con un puñado de segundos por jugarse. El Madrid, hasta ese momento magistralmente dirigido por Sergio Rodríguez, volvió a dudar. Y ante la duda, buscó a Felipe y a Mirotic. El cordobés forzó una falta y anotó sólo uno de los dos tiros libres, pero el montenegrino logró con apenas cinco segundos por jugarse una canasta que dejaba el partido, por enésima vez, visto para sentencia. Sin embargo, tampoco lo estaba entonces.

El Baskonia sacó de fondo en largo y de repente se produjo un tres contra uno que San Emeterio decidió resolver con un triple. No entró. Ni tampoco los posteriores dos palmeos sobre la bocina de Nemanja que podrían haber supuesto otra prórroga. Ayer no era día para ganar. Ayer era día para confirmar que lo sucedido en Milán no fue un espejismo.