Vitoria. Se había sumergido un pulso de guante blanco en una dinámica de lo más inquietante hasta que apareció el mesías baskonista de estos albores de temporada. El Caja Laboral, demasiado contemplativo y laxo en labores defensivas, se encomendó entonces un día más a su muñeca más demoledora para evitar turbulencias de última hora. Y los miedos dieron paso a un epílogo plácido. Con una personalidad y frialdad arrebatadoras, el francotirador bosnio ejecutó al Cantu gracias a doce puntos consecutivos al inicio del último cuarto y allanó el camino hacia una laboriosa segunda victoria continental.
Mientras el Baskonia trata de pulir desajustes, ensamblar a sus numerosas caras nuevas y definir roles, una empresa que por lo visto últimamente puede demorarse más de la cuenta, puede y debe congratularse por seguir atesorando entre sus filas a un killer impagable capaz de resolver cualquier partido en un santiamén. Tocado por una varita mágica, Teletovic decantó por sí mismo la balanza hacia un anfitrión excesivamente tibio y, por momentos, alocado. Su devastador repertorio incluyó tres canastas dobles -una de ellas, un mate sobrenatural viniendo en carrera como una locomotora- y dos triples que enterraron las últimas esperanzas del líder de la Lega. Sólo el ingente talento de su compulsiva máquina ofensiva permitió al plantel alavés derribar el sólido muro italiano, sostenido por veteranos muy curtidos y perfectos conocedores de los entresijos de estas ásperas refriegas europeas.
El 81-69 definitivo, en cambio, vino sellado con muchas toneladas de sudor y trabajo subterráneo. Pese a su orfandad de nombres rutilantes, el orden, la disciplina táctica y el ritmo cansino desplegados por el Cantú instalaron la zozobra durante treinta largos minutos. El defectuoso rendimiento defensivo local alimentó las dudas hasta que Teletovic decidió cortar por lo santo y sentar las bases de una clasificación hacia el Top 16 completamente encarrilada cuando únicamente han transcurrido dos jornadas.
Pero lejos de dar pasos en firme hacia adelante y comenzar a forjar unas hechuras colectivas que hagan vislumbrar el futuro con optimismo, el Baskonia atraviesa una fase de incertidumbre. Transcurren las jornadas y algunas dudas no se disipan. Entre las lesiones que han abierto un socavón en la zona y ciertas carencias estructurales que ya saltan a la vista, el fulgor de los primeros compases de la pretemporada se atisba con cuentagotas. Igual que el Valencia Basket en la fatídica reciente visita liguera, un modesto continental como el Cantú, inundado de veteranos de guerra con oficio, destapó la fragilidad alavesa durante los tres primeros cuartos.
Verbena defensiva Ivanovic siempre delega el éxito en una férrea actitud en labores de contención, pero sus pupilos se saltaron a la torera los principales mandamientos que pregona su técnico. Abanderada por una peligrosa intermitencia, la tropa azulgrana optó hasta casi el epílogo por ese intercambio de canastas que tanto detesta su capataz en el banquillo. Sus defensas fraternales hasta el último acto se tradujeron en una desmedida cantidad de puntos en contra. Con el consiguiente desasosiego para un público que se mantiene expectante ante los acontecimientos del futuro.
La baja de última hora de Williams añadió un nuevo inquilino a la enfermería y redujo la munición exterior, pero el Caja Laboral vivió posiblemente la velada más plácida a la hora de profanar el aro rival. El desparpajo de Heurtel y la contundencia de Seraphin, devuelto al quinteto titular por su entrenador, posibilitaron las primeras ventajas. La refrescante entrada de la segunda línea, abanderada por los Bjelica, dotó al equipo de mejores alternativas. Nemanja exhibió su buena visión para repartir juego y Milko, siempre en silencio, acabó dotando de consistencia a la pintura sin que Marconato ni Shermadini le ganaran en algún momento la partida. Con todo, el cuadro vitoriano debió encomendarse a última hora a su elemento más fiable. En lo que constituye una peligrosa constante desde el arranque del curso, Teletovic se disfrazó de bombero para apagar el enésimo incendio. Una tendencia inquietante para el futuro.