vitoria. Fuera de casa, su rendimiento deja bastante que desear y se ve atacado por algún fenomeno paranormal. Sin embargo, al amparo de su afición, el Caja Laboral activa sus resortes, produce un atroz miedo escénico en el rival y convierte el Buesa Arena en un fortín inexpugnable. La pista alavesa es a nivel doméstico una especie de coto vetado para forasteros de cualquier pelaje, ya sea el más rutilante u otro fantasmagórico como el Cajasol, que ayer tendió una alfombra roja para la enésima redención azulgrana al calor de un público que, al menos, degusta un manjar más apetitoso al acudir a Zurbano.

En la antesala de la farragosa refriega continental ante el Maccabi que puede conducirle hacia su quinta Final Four de la historia, la tropa vitoriana vivió la velada soñada. Con la aquiescencia de un pésimo forastero que evitó bajar al barro para propiciar un duelo tenso, rescató su versión más voraz para darse un auténtico festín y apenas se desgastó. Un latigazo seco a la vieja usanza, un directo a la mandíbula traducido en un abrumador parcial de 17-0, resultó incontestable para reventar una confrontación sin ninguna historia que, además, sirvió para vengar la dolorosa afrenta de San Pablo. El 81-57 final, además de ensanchar la renta sobre el noveno clasificado y encauzar el billete para los play off por el título, constató la intermitencia de este grupo capaz de morder en casa y disfrazarse de comparsa cuando le toca hacer las maletas.

Son las tremendas metamorfosis a las que se ha acostumbrado un conjunto con dos caras. Entre que el Baskonia reivindicó otra vez su orgullo mancillado en los últimos hirientes desplazamientos y el Cajasol, huérfano de Bullock y de su célebre espíritu defensivo, acudió al combate con balas de fogueo, la incertidumbre desapareció a las primeras de cambio. El mejor escenario posible en vísperas de unos cuartos de final continentales al filo de la navaja. Bastaron tres pírricos minutos para que ambos contendientes destaparan su desigual hambre. A los mandos de San Emeterio, capaz de sacar petróleo de la nada, el cuadro de Ivanovic forjó un dominio abrumador que intimidó de lo lindo a un Cajasol sin respuestas. Sólo Davis, un pequeño quebradero de cabeza para Barac y Batista, propició los únicos momentos de confusión. Con su mejor artillero ataviado con el chándal en el banco, Calloway perdido en la vulgaridad y Kirksay lastrado por las faltas, Plaza careció de argumentos para plantar batalla.

defensa y transición Para no caer en el más profundo abatimiento, queda el consuelo de que el Baskonia ha dado esta temporada con la tecla para imponer su jerarquía como anfitrión. En un partido que se puso de cara antes del salto inicial por la sensible baja de Bullock, halló respuestas corales en todas las facetas del juego. Marcelinho recobró la magia en la dirección, Oleson trabajó a destajo en todos los frentes y Barac volvió a hacerse grande en la pintura y a lucir su muñeca de seda. Cuando el viento soplaba de cara, Batista se sacudió los grilletes, Ribas se erigió en un perfecto francotirador y Logan destapó su instinto asesino para hacer sangre en un Cajasol que dejó de competir demasiado pronto (31-28) y acabó con el rostro completamente desfigurado. El inapelable triunfo vitoriano dejó como única sombra la parálisis del segundo cuarto. Otra vez sin Huertas en pista, el Caja Laboral perdió clarividencia en ataque y revivió el fantasma de su debilidad reboteadora.

Afortunadamente, la chispa encendida por el desatado timonel brasileño tras su reingreso en la cancha sirvió para reinstaurar el orden (48-28) y la hegemonía dentro de un partido convertido en un monólogo local. Con una rotación reducida únicamente a ocho elementos por la baja a última hora de Bjelica una gastroenteritis le tachó de la velada, Ivanovic dosificó esfuerzos con cuentagotas. Lejos de levantar el pie del acelerador y economizar energías, el Baskonia se desmelenó en el epílogo. A base de tejer contragolpes fugaces y ajustar su punto de mira desde el perímetro, se disparó en el marcador hasta los 24 cuerpos de ventaja.

Una inmejorable inyección de autoestima ahora que se avecina la semana más importante de la temporada.