Nemanja Bjelica era apenas un adolescente cuando un grupo de quince chicos le propinaron una brutal paliza mientras regresaba de un entrenamiento junto a dos de sus compañeros de equipo. Su cuerpo se cubrió de moratones y heridas que tardaron mucho tiempo en sanar. La más grave, un codo roto que le obligó a permanecer de baja durante cuatro meses. Los pandilleros de las calles de su Belgrado natal estuvieron a punto de cobrarse la carrera del que en estos momentos es una de las mayores promesas del baloncesto europeo. Un jugador en el que el Baskonia ha depositado gran parte de sus esperanzas de gloria para los próximos cinco años establecidos en su contrato. Un hombre, un chico en realidad, que ayer completó al fin su mejor partido desde que defiende la elástica del Caja Laboral.
Desde que arrancó la temporada, Bjelica acaparó las miradas de toda la afición baskonista. Pocos jugadores en la historia azulgrana pueden presumir de elevar los murmullos del Buesa Arena desde su primer partido oficial, como ocurrió durante la Supercopa. Sin embargo, hasta ahora el alero serbio no había respondido a las expectativas. Conceptos siempre maleables como "periodo de adaptación" o "inexperiencia" se aferraron a sus hombros para convertirse en una carga demasiado pesada para un jugador de 22 años que el pasado verano optó por seguir creciendo bajo la órdenes de Dusko Ivanovic en lugar de seguir al veterano Dusan Ivkovic al Olympiacos, o cruzar el charco para probar suerte en los Minnesota Timberwolves de la NBA.
Desde que pisó la capital alavesa pocos días después de contraer matrimonio con Mirjana -su novia de toda la vida, a la que conoció mientras se recuperaba de una lesión en la pierna- Bjelica fue consciente de que se encontraba ante el mayor reto de su aún incipiente carrera. Al menos, uno tan crucial como el que tuvo que superar hace tres años, cuando estuvo a un paso de dejar el baloncesto tras la citada lesión. El apoyo de su actual esposa en aquellos momentos le llevó a cambiar de decisión. El imberbe exterior baskonista, tímido hasta la extenuación, tiene ya una licenciatura universitaria en superación personal.
Ayer, aunque inexplicablemente Dusko Ivanovic le condenó al banquillo durante todo el último cuarto, el antiguo jugador del Estrella Roja desplegó sobre el parqué de La Fonteta los motivos por los que la entidad de Zurbano desvalijó las arcas del Buesa Arena para hacerse con sus servicios. Entró en sustitución de Stanko Barac para ejercer de cuatro durante la mayor parte del encuentro ante el Power Electronics Valencia. La lumbalgia del temporero Martin Rancik le permitió compartir minutos con su gran apoyo en el vestuario -y compatriota- Dejan Musli.
pique con dusko savanovic Y fue entonces cuando Bjelica se elevó por encima del resto de jugadores, incluido un Dusko Savanovic con el que comparte selección. Ambos iniciaron un curioso pique personal -entre amigos, al fin y al cabo- que incluso tuvo daños colaterales, como pudo corroborar el pobre cámara sobre el que Savanovic se desplomó tras recibir una contundente falta del alero azulgrana. Poco después, el ala-pívot taronja se cobró su particular venganza con un espectacular tapón a su amigo cuando éste se disponía a machacar el aro valenciano.
Bjelica regresó ayer a Vitoria con 14 puntos y 4 rebotes en veinte minutos, pero sobre todo con la satisfacción personal de haber demostrado por fin que tiene sitio en el vigente campeón de la ACB. Por el mismo precio, lució talento innato con acciones de gran nivel: rectificados, canasta a una mano tras rebote, un par de triples... No fue un partido perfecto, ni mucho menos, ni tan siquiera puede decirse que fuera el mejor baskonista de la matinal levantina -título que una vez más, y van unas cuantas, fue para Fernando San Emeterio-, pero pudo ser el pistoletazo de salida para una carrera cuya meta debe ser la eclosión definitiva de la melenuda promesa serbia. Como cantaban unos aún jóvenes Rolling Stones en su segundo álbum, el tiempo está de su parte.