REAL MADRID Prigioni (2), Kaukenas (4), Jaric (26), Garbajosa (9), Lavrinovic (2) -cinco inicial-, Llul (29), Tomic, Hansen (8), Reyes (10) y Velickovic.

JOVENTUT Valters (7), Tucker (14), Tomàs (8), Koffi (4), Bogdanovic (16) -cinco inicial-, Bueno, Franch (2), Jelinek (8), Norel (3), Eyenga (8) y Fernández (4).

Parciales 23-20, 28-19, 16-19, 23-24.

Árbitros Arteaga, Pérez Pizarro y Conde.

Pabellón Bizkaia Arena. 14.000 espectadores.

La Copa de Bilbao pasará a la historia por ser probablemente la primera en muchos años en la que todos los pronósticos de cuartos se cumplieron según el guión establecido. No ha habido sorpresas que echarse a la boca, después de que ayer el Madrid cerrara en el último cruce de cuartos de final cualquier vía de acceso a un DKV Joventut que derrochó ilusión y ganas a raudales pero que se estrelló ante la lujosa plantilla merengue y, sobre todo, contra un Marko Jaric que destrozó las esperanzas de uno de los clásicos del torneo.

El jugador serbio, diferente, elegante, decisivo, sacó a relucir su clase para rescatar al Madrid del atolladero y evitar la tradicional sorpresa de cuartos. Jaric, rescatado para la causa por su amigo y valedor Messina, destapó el tarro de las esencias en un segundo cuarto que le sirvió para espantar los fantasmas que comenzaban a cernirse sobre un equipo plagado de estrellas pero que ha llegado a la cita con demasiadas dudas tras los últimos tropiezos sufridos tanto en Euroliga como en la ACB.

Hasta que él irrumpió en el partido, asociado con el eléctrico Llul y un Felipe Reyes que reclama a gritos mayor protagonismo en el enclaustrado star system de Messina, el Joventut había hecho prevalecer su juego taquicárdico. De hecho, el encuentro deambulaba por unos derroteros que en absoluto se ajustaban a los planes diseñados por el preparador transalpino. Mario Fernández y el imberbe y descarado Josep Franch pisaban a fondo el acelerador y encontraban autopistas de conexión con los hombres altos. Bogdanovic y Hernández-Sonseca sacaron jugo a la apatía de Lavrinovic y Garbajosa para mantener al conjunto verdinegro en una tónica de intercambio de golpes que invitaba a pensar en un desenlace incierto para un duelo demasiado descontrolado para los intereses madridistas.

Hasta que apareció el ex jugador de los Grizzlies, adormeció el partido y puso las cosas en su sitio. Una vez que el encuentro entró en coma, que los ataques se hacían más pastosos, las cosas volvieron a su estado natural, sobre todo porque el principal argumento ofensivo del Joventut, Clay Tucker, se encontraba completamente apartado del juego por la defensa del Madrid. El killer del cuadro badalonés, asfixiado por Kaukenas y el propio Jaric, no consiguió ver el aro hasta que el encuentro se aproximaba al descanso. Sus cuatro puntos en los primeros veinte minutos de juego se erigían en una explicación más que plausible para comprender las diferencias que habían comenzado a instalarse en el marcador.

Sito Alonso, pese a todo, no se arrugó. Fiel al estilo de la casa, tiró de juventud -trató de revolucionar el duelo con Jelinek y Franch, dos hombres que comenzaron la temporada en el equipo filial- para dinamitar los planteamientos de Messina. El parche surtió efecto durante algunos minutos. Pero la solución, más que sólida, se reveló gaseosa, y acabó por deshacerse ante la solidez de un Madrid que, por si fuera poco, se mostró mucho más acertado que su rival desde la línea de tres puntos.

Llul tomó el relevo anotador de Jaric y terminó de aniquilar las escasas esperanzas de un Joventut que apenas llegó a rebajar la desventaja por debajo de los diez puntos. Messina, que se permitió el lujo de dejar todo el encuentro sentados en el banco a dos clásicos de la Copa como Vidal y Bullock, disfrutó de una segunda mitad cómoda y en la que pudo regular el desgaste de sus pupilos. Esta tarde, frente al Caja Laboral, su extenso plantel llegará con el depósito cargado.