Para bien o para mal, el Estadio de Balaídos es un escenario especial para el Deportivo Alavés. La de este jueves será la 35ª visita del club babazorro al feudo del Celta y, una vez inicie el choque, los pupilos de Luis García tendrán ante sí la oportunidad de reducir distancias en un balance histórico bastante negativo. Seis victorias, siete empates y 21 derrotas son, en concreto, los resultados que han cosechado los albiazules en suelo celeste.
Ahora bien, definir las andaduras del Glorioso por la casa celtista –una de las más antiguas, junto a Mendizorroza, de LaLiga– solo por lo que mostró el marcador no es adecuado, pues varias de ellas esconden un desenlace cuando menos reseñable. Ningún alavesista ha podido olvidar aún, por ejemplo, lo que ocurrió en Vigo el 15 de junio del 2008, cuando la entidad gasteiztarra no pasaba, ni mucho menos, por su mejor momento.
Aquel día, el Alavés se plantó en Balaídos dispuesto a asegurar su permanencia en Segunda División y eso mismo consiguió gracias a los goles de David Aganzo, Gabri Gómez y Toni Moral, con los que, en apenas diez minutos, dejó sin valor el tanto inicial de Canobbio y el postrero de Núñez (2-3). Al acabar el duelo, las lágrimas de Fernando Ortiz de Zárate, presidente entonces, los jugadores y la afición dejaron claro lo mucho que se había sufrido.
Es digno de mención, además, que los babazorros no dependían de sí mismos, aunque sí estaban motivados por la histórica remontada ante la Real Sociedad de días atrás. Para tener opciones reales de conseguir su objetivo, necesitaban ganar al Celta y que alguno de los rivales en la pelea (Albacete, Córdoba, Xerez o Cádiz) pinchara a su favor. Algo que, afortunadamente, hicieron los califas y los gaditanos, siendo estos últimos los descendidos.
Nada de aquella tarde épica hubiera sido posible, eso sí, sin el apoyo de la hinchada. Tanto el ambiente que se generó en Mendizorroza para superar a los txuri-urdines como el que se vivió en Balaídos fue de película. Fueron alrededor de 2.000 los valientes que se desplazaron a Vigo para no dejar solo a su equipo en dicha batalla, siendo uno de los desplazamientos más masivos, teniendo en cuenta la distancia, de la historia del Glorioso.
UN DESCENSO TRÁGICO
Esa celebración en las gradas del coliseo celeste no pudo repetirse, por desgracia, al año siguiente. El destino quiso que el Alavés se jugase, de nuevo, sus opciones de seguir en Segunda en el mismo escenario, pero, en esa ocasión, el resultado fue adverso. La situación ya de por sí, cabe recordar, no era favorable; a falta de tres jornadas para el final, los albiazules se encontraban a tres puntos de la permanencia, limitada por el propio Celta.
Es decir, era necesario superar al cuadro celeste en su feudo y, a partir de ahí, confiar en dos buenos partidos frente al Alicante y el Albacete. El problema es que un joven Iago Aspas, primero en el minuto 80 y luego en el 89, acabó con cualquier esperanza . El resultado final fue de 2-1, siendo Juanjo Expósito el goleador babazorro y Javi López el entrenador al frente del banquillo, y el Glorioso descendió poco después a Segunda B.
Tampoco han tenido final feliz, al igual que la anterior, las visitas más recientes del Alavés a Balaídos. Los gasteiztarras no ganan allí desde 2018 (0-1, con diana de Tomás Pina) y dos de los últimos tres enfrentamientos han acabado en goleada a favor del Celta. En la campaña 2019-20, con Asier Garitano en el banquillo, los gallegos vencieron por 6-0 y, en la 2021-22, le endosaron un 4-0 a la escuadra dirigida por Julio Velázquez.
Otro encuentro reseñable hace referencia a la primera vez que ambos clubes se vieron las caras en el estadio vigués. Ocurrió el 3 de marzo de 1929, en la tercera jornada del campeonato, y el Glorioso tomó distancia en el liderato gracias al gol que marcó Baltasar Albéniz (0-1).
Por aquel entonces, ejercicio en el que se inauguró el sistema profesional de ligas, las victorias brindaban solo dos puntos y, pese a estar entre los favoritos para el ascenso, haría falta esperar otro año para ver a los albiazules subir a la máxima categoría.