La costosa continuidad de Víctor Laguardia en el Glorioso supuso una de las noticias más celebradas por la práctica totalidad de la afición albiazul una vez comenzada la actual temporada. El káiser, una de las piezas emblemáticas de la historia más reciente de la entidad vitoriana, firmó el pasado mes de octubre un acuerdo que le unió por dos temporadas más con el equipo de Mendizorroza, un estadio que contra todo pronóstico todavía no le ha disfrutado en esta segunda etapa que vive desde primeros de octubre.

Porque, hasta la fecha, el central maño todavía no ha logrado hacerse un hueco en el once inicial y cumple actualmente la función del cuarto central de la plantilla, por detrás de Abqar, Maras y Sedlar. Un rol hasta cierto punto inesperado teniendo en cuenta la ascendencia del futbolista en el vestuario y lo mucho que peleó el club en los despachos para concretar su regreso tras un culebrón interminable.

Desde que comenzó la pretemporada, Luis García fue remodelando su entramado defensivo hasta dar con la pareja ideal en la retaguardia. El técnico madrileño, que venía reclamando una pieza más atrás desde que cogiese las riendas del Alavés, probó diferentes variantes y dio con la tecla mediante una solvente dupla conformada por Abqar y Maras.

El joven central marroquí, una incógnita para muchos tras haberse fogueado en el filial, se convirtió a los pocos meses de competición en uno de los jugadores más destacados del Alavés. Su sobriedad en todas las facetas, su gran punta de velocidad y, sobre todo, la facilidad con la que gana duelos a los delanteros rivales han hecho de él una pieza indiscutible. Su ausencia ante el Tenerife, donde estaba sancionado por acumulación de amonestaciones, pesó como una losa.

Dentro de un perfil más rocoso cabe ubicar a Maras, a quien le costó varios partidos entrar en la dinámica competitiva y que, pese a algunos errores puntuales como el inocente penalti del pasado miércoles en el Heliodoro Rodríguez López, también se ha consolidado como una pieza inamovible en el once.

Tras el regreso de Laguardia al vestuario babazorro, Luis García puede contar con una alternativa más para una demarcación clave que requiere de continuidad y un gran nivel de alerta. Y es que la defensa, dada su función de detener las embestidas rivales, siempre constituye una zona en la que los futbolistas acumulan tarjetas a lo largo de la temporada. Por tanto, es fundamental doblar los puestos con posibles sustitutos.

Todo hacía indicar que, con Abqar obligado a cumplir un partido de sanción, Laguardia podría haber dispuesto el miércoles de su primera titularidad en el torneo liguero. Sin embargo, el técnico madrileño escogió a Sedlar, otro de sus hombres de confianza durante su última etapa en el Mallorca y cuya polivalencia también le ha permitido actuar este curso en varias ocasiones como pivote para cubrir las puntuales ausencias de Carlos Benavídez.

Laguardia observó desde el banquillo la primera mitad ante el cuadro chicharrero pero ingresó en el terreno de juego tras el descanso. Su falta de ritmo –apenas ha disputado 180 minutos repartidos en cuatro encuentros a domicilio (Racing, Eibar, Granada y Tenerife), al margen de los 90 en Copa ante el Lleida– le pasó factura en el segundo tanto tinerfeño, en el que Enric Gallegó remató a placer un rechace prácticamente sin oposición.

Siendo el central maño una pieza fundamental de una de las etapas más fructíferas del Alavés en Primera, su relevancia sobre el tapete no está siendo de momento la esperada. En cualquier caso, teniendo en cuenta su veteranía y oficio para una categoría tan dura como la Segunda División, aún dispone de margen para revertir esta situación. Además, Luis García necesitará en algún momento a todas sus piezas en la maratoniana carrera por el ascenso.

MINUTOS

180’ sin titularidades en Liga

Pese a disputar el partido completo ante el Lleida, en lo que a la liga se refiere, el maño tan solo ha jugado cuatro segundas partes.