Hace tres semanas, cuando el Deportivo Alavés conoció que el Lleida Esportiu sería su primer rival en la Copa, el club babazorro mencionó en Twitter a una cuenta del conjunto ilerdense que, pese a estar activa y definirse incluso como “oficial”, en realidad no lo era. Una confusión lógica en vista de lo anterior –y también su número de seguidores– que, en realidad, se repite muchos fines de semana, cuando sus rivales de Segunda RFEF tratan de referirse en las redes a la entidad afincada en el Camp d'Esports.
Sin embargo, esto último, como todo en la vida, tiene una explicación. Y es que los antiguos gestores del Lleida, representados por Albert Esteve, continúan defendiendo que el club es de su propiedad y, en consecuencia, han hecho todo lo posible en los últimos meses para dificultar la labor de la renovada junta, la cual, desde 2022, está presidida por el empresario gallego, y exjugador, Luis Pereira, quien trata de reflotar el proyecto que, hasta hace no mucho, se veía las caras con el Glorioso en Segunda B.
Un cambio de dirección que, como es lógico, está sustentado por la ley después de que el mencionado Esteve vendiera sus acciones para una fusión que, en consecuencia, hizo desaparecer la entidad que él mismo había formado (Lleida Esportiu Terraferma CF) para dar vida a la actual (Club Lleida Esportiu), tal y como consta en el auto dictado el pasado 22 de junio por el Juzgado de Primera Instancia Nº 1 de Lleida. Manteniendo así la plaza del cuadro ilerdense en la Segunda RFEF, cuarta categoría del fútbol estatal.
Esta especie de refundación, no obstante, no es la primera que sufre el club catalán en su historia. La más importante se dio, concretamente, en 2011, cuando, tras nada menos que 72 años de existencia –es decir, un histórico–, se procedió a la disolución de la Unió Esportiva Lleida y, por consiguiente, a la subasta pública de su unidad deportiva, lo que viene siendo el componente de jugadores, sus diferentes empleados ajenos al terreno de juego y los derechos federativos de la Segunda División B, ahora extinta.
Aquella escuadra ilerdense, además de compartir multitud de duelos con el Alavés en diferentes categorías –con un balance favorable de 15 victorias, seis empates y seis derrotas para los babazorros–, consiguió llegar a la élite. Y lo hizo, curiosamente, con José Manuel Esnal Mané en el banquillo, quien, después de ese ascenso y periplo en Primera con el Lleida, pasó por el Mallorca, también por el Levante, y terminó llegando a Vitoria-Gasteiz para llevar al Glorioso a la final de la Copa de la Uefa disputada en el Westfalenstadion.