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Natxo GonzálezExentrenador del Deportivo Alavés

“Estaría encantado de volver algún día al Alavés, pero no es una obsesión; ya cumplí mi sueño la primera vez”

La Federación Alavesa de Fútbol celebró ayer la XXXIª edición del Día de los Entrenadores y su protagonista fue Natxo González, quien en 2013 ascendió al Alavés a 2ª

“Estaría encantado de volver algún día al Alavés, pero no es una obsesión; ya cumplí mi sueño la primera vez”Pilar Barco

Triunfar en el Deportivo Alavés habiendo nacido en Vitoria-Gasteiz, donde la exigencia con los de casa siempre ha sido descomunal, es un rara avis; sin embargo, el esfuerzo a veces obtiene su merecida recompensa y la historia de Natxo González así lo demuestra. Pese a que no fue futbolista profesional y tuvo que alejarse de la capital vasca en busca de oportunidades, el entrenador de Ariznabarra logró cumplir su sueño de sentarse en el banquillo de Mendizorroza y, además, escribió una de las páginas más importantes de la historia reciente del conjunto babazorro, pues, sin el ascenso a Segunda División de la temporada 2012-13, nada de lo que vino después hubiera sido posible.

Ahora mismo, tras su experiencia en el Málaga, se encuentra sin equipo, ¿en qué invierte su tiempo durante estas etapas de transición?

–No es fácil porque los días son muy largos, pero intento aprovechar cada minuto al máximo. Además de disfrutar de mi familia, lo cual es complicado cuando estoy entrenando, trato de estar un poco al día de todo lo que sucede en el mundo del fútbol y hago análisis exhaustivos de mi último trabajo para así plantear posibles cambios de cara al siguiente reto.

Cuando está en paro, ¿siente ansiedad por volver a los banquillos?

–No me desespero, porque no merece la pena, pero sí vivo con esa inquietud de qué va a pasar. Al final, creo que cualquier entrenador quiere estar en activo y, aunque es cierto que, en ocasiones, es bueno descansar y reflexionar, yo soy de los que enseguida siente la necesidad de retomar la actividad a la que uno se ha acostumbrado.

En relación con su próximo reto, ¿qué es lo que busca?

–Quiero y necesito trabajar, eso es lo primero; por ello, me gusta atender y valorar todas las ofertas que me llegan, aunque luego las termine descartando porque no son lo suficientemente interesantes. A partir de ahí, como es lógico, uno siempre aspira a lo mejor dentro del nivel en el que se encuentra.

Entonces, se plantearía volver a vivir una experiencia en el extranjero, ¿no?

–Sin duda. Si veo que, como sucede ahora en Segunda División, no hay sitio en España, donde no cabemos todos, no me importaría marcharme fuera. No sería la primera vez y tengo que estar preparado por si se produce dicha posibilidad.

¿Qué valoración hace de sus dos experiencias internacionales?

–Me gustaron ambas. Es cierto que al Tondela fui nada más salir del Deportivo, cuando las ganas de volver a entrenar me impidieron esperar una nueva oportunidad en España, pero no me arrepiento, pues pude probar la liga portuguesa y, además, conocí grandes estadios como los del Benfica, Oporto, Sporting, etcétera. Luego, respecto al Club Bolívar, creo que es una experiencia que hay que vivir al menos una vez, porque supone un cambio drástico y te enseña a valorar muchas cosas tanto en lo profesional como en lo personal.

¿Qué diferencias destacaría entre el fútbol que vivió en Latinoamérica y el europeo?

–Es muy distinto, y eso que fui a uno de los equipos punteros del país. Una buena manera de resumirlo es decir que allí, en Bolivia, todo está mucho menos profesionalizado; apenas existe formación en categorías inferiores, las competiciones locales no tienen nada que ver y las instalaciones, tanto los estadios como los centros de entrenamiento, están muy poco preparadas.

Ha comentado que esa experiencia en el Club Bolívar le hizo valorar muchas cosas en lo personal, ¿a qué se refiere concretamente?

–Allí te das cuenta de lo bien que vivimos en Europa y de que muchas veces nos quejamos por tonterías. Pese a que residía en La Paz, una de las ciudades más importantes, vi muchísima pobreza. Algo que, en principio, ya sabes porque sale en la televisión, pero que no sientes de verdad hasta que lo contemplas con tus propios ojos. Esa situación me hizo replantearme muchas cosas y me sirvió para hacerle entender a mi hijo, que pudo venir a visitarme, que somos unos afortunados.

Posteriormente, regresó a España por medio del Málaga, pero lo hizo a mitad de curso. Algo nuevo para usted, ¿verdad?

–Sí, siempre había priorizado coger proyectos desde el principio, con su respectiva pretemporada; sin embargo, quería volver ya a los banquillos y poder hacerlo en España fue un plus, porque aquí, si estás un tiempo sin entrenar, se olvidan de ti y no quería que sucediera tal cosa. Fue una prueba para mí y, desgraciadamente, duró poco, pero aprendí bastante; en el futuro, pensaré mejor si aceptar ofertas como esa y, si lo hago, mi planificación del día a día será distinta.

Han pasado más de tres décadas desde que arrancó su carrera en los banquillos, ¿aquel Natxo que, en sus inicios, entrenaba en la cantera del Alavés estaría orgulloso del actual?

–Sí, yo creo que sí. Aquel Natxo hubiese firmado rápido sobrevivir tanto tiempo en este mundillo; sobre todo, teniendo en cuenta la dificultad añadida que tenemos los que no hemos sido futbolistas. Al comienzo de mi carrera, mi ilusión era ser entrenador profesional y estoy muy orgulloso de lo que he conseguido hasta ahora.

En esa misma línea, ¿qué le aconsejaría a una persona que, en la actualidad, está en la situación que estuvo usted hace 30 años?

–Pese a que los inicios generan mucha frustración, porque es difícil hacerse un hueco, lo primero que le diría es que se puede llegar; ahora bien, hay que conseguir cosas. Para entrenar en Segunda B, yo tuve que ascender de Tercera y, para llegar al fútbol profesional, hice lo propio en la categoría de bronce. Hay que ir abriéndose camino con logros y, como en todo en la vida, hace falta pasión, trabajo, persistencia y, sobre todo, saber cuidar la autoestima. Todo aquel que quiera dedicarse a esto debe ser consciente de que los entrenadores somos la parte más débil del fútbol y que, en consecuencia, va a haber momentos en los que se va a poner a prueba nuestra fortaleza mental.

¿Fue el ascenso a Segunda División con el Alavés el momento que le hizo pensar que todo el trabajo había merecido la pena?

–Por supuesto, pero también fue una lección por lo que sucedió después. Cuando me marché de Vitoria la primera vez, mi mayor ilusión era volver algún día y entrenar al Glorioso. Un sueño que cumplí en la temporada 2012-13 y, además, con un ascenso, que es todo lo que un entrenador alavesista puede pedir. Sin embargo, lo que es este deporte, unos meses más tarde me cesaron y se me vino el mundo encima, pues mi oportunidad de hacerme un nombre en el fútbol profesional se desvaneció por completo y tuve que volver a empezar. Ahí me di cuenta de que este trabajo son picos y que, como he mencionado antes, es fundamental cuidar la salud mental para poder levantarse después de un varapalo.

Su despido fue una decisión muy discutida, ¿le ayudó, en relación con lo último que ha comentado, el apoyo que recibió de la afición a su marcha?

–Claro, y más en mi tierra. Aunque por dentro mi frustración fue total, porque me pareció injusta dicha decisión, me consoló bastante el cariño de la gente, el cual, por cierto, aún recibo a día de hoy.

Por otro lado, usted vio nacer la leyenda de Manu García, que también tuvo que alejarse del Alavés para luego regresar y triunfar, ¿se imaginaba que su carrera sería tan brillante?

–Sin duda, y siempre me he alegrado mucho por él. Aparte de lo futbolístico, que es fundamental, Manu transmitía un sentimiento de pertenencia inigualable y todo lo que hacía era en favor del club. Nunca me sorprendió que llegara tan arriba.

Y ahora que el conjunto babazorro se debate sobre si mantener o no ese perfil que, desde que se marchó Manu, han cumplido Víctor Laguardia o Martín Aguirregabiria, ¿qué relevancia piensa que tiene que haya uno o varios jugadores así en el vestuario?

–Cada día tengo más claro que es decisivo. Tener a un capitán que suma en los buenos y malos momentos, que intenta ayudar al entrenador y que entiende la palabra equipo es un absoluto privilegio. En mi opinión, los proyectos salen adelante cuando se encuentra a alguien así.

Respecto al Alavés, ¿qué le ha parecido su trayectoria en los últimos años?

–No quiero juzgar lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer porque no he estado en el día a día del equipo, pero sí ha habido esa sensación de que hemos estado jugando con fuego varias temporadas seguidas hasta que, como suele ser habitual, nos hemos quemado. A partir de ahí, es una lástima porque los descensos siempre son traumáticos tanto para el club como para los aficionados. Ahora, no hay otra opción que levantarse, generar ilusión y trabajar por volver a Primera División lo antes posible.

El objetivo del Glorioso está muy claro, pero va a ser extremadamente difícil.

–Por supuesto. Los descendidos siempre son aspirantes, pues parten con una ventaja económica; no obstante, la estadística dice que no son tantos los que consiguen regresar a la máxima categoría un año después de haberla abandonado. La Segunda División es una competición muy complicada, larga y en la que todas las escuadras pasan por rachas negativas. Para mí, sobrevivir a esos momentos malos es lo que marca la diferencia, sobre todo cuando se habla de equipos como el Alavés, que tienen mucha presión añadida.

Al menos, es una buena noticia que la primera piedra, Luis García Plaza, haya tenido una buena acogida.

–Claro. Era evidente que el club iba a apostar por un técnico con algún ascenso reciente, suele ser lo habitual entre los que bajan de Primera. Es un entrenador con una gran trayectoria y me alegro por él; ojalá su camino tenga el menor número de curvas posible.

Hasta ahora, respecto a la planificación de plantilla, el Alavés está apostando por una mezcla entre veteranía y juventud, ¿le parece lo indicado?

–Yo, en una situación así, haría lo mismo. Considero que la experiencia que tienen futbolistas como Salva Sevilla puede ser fundamental para afrontar ciertas adversidades y, asimismo, el hambre de los jóvenes es importante para que el equipo tenga chispa, valentía y agresividad.

Por último, ¿qué significaría para usted que el Alavés volviera a llamar a su puerta?

–Lógicamente, me encantaría regresar algún día, pero ya no es una obsesión como sí lo fue la primera vez. Yo ya cumplí mi sueño, estoy en paz por lo que conseguí y me puedo ir satisfecho al otro mundo con eso.