Mendizorroza volvió a ser el jugador número 12. Al igual que en todo el transcurso de la temporada la afición alavesista no falló en su cita ante el conjunto catalán. El feudo babazorro aglutinó todo tipo de sentimientos durante un partido en el que obtener una victoria era imprescindible para mantener vivas las esperanzas de permanencia. Si algo existe entre el alavesismo siempre es fe en la adversidad. Desde los aledaños del Paseo de Cervantes se respiraba ambiente de fútbol pero también un evidente enfado por la triste versión que se vio el pasado sábado en Vigo. Por ello, la megafonía elevó el volumen de su repertorio musical varios decibelios respecto a lo habitual. En el estadio albiazul fue donde se pasó de la absoluta indiferencia hacia la plantilla y las críticas hacia distintos estamentos hasta el éxtasis tras el pitido final de Pizarro Gómez, quien desesperó al respetable en más de una acción por sus decisiones.
Porque la parroquia albiazul, más allá de demandar unos resultados que nutran las expectativas clasificatorias y que alivien una situación que roza la depresión, lo único que exige a sus jugadores es actitud. La misma de la que se careció en la visita a Balaídos y en tantos otros partidos lejos de casa pero que frente al Espanyol fue la diferencia entre un equipo y otro. Ayer sí que se notó que el conjunto que realmente se estaba jugando la vida por mantenerse en la élite no es otro que el Deportivo Alavés. Desde el primer minuto los futbolistas que lucieron la elástica albiazul fueron con hambre a por los tres puntos. Y ofrecer esa actitud es obligatorio para todo aquel que llega a Vitoria.
Ahora bien, el esperanzador triunfo que amarraron los de Velázquez ante el Espanyol demuestra que el Alavés exhibe dos versiones claramente opuestas en sus partidos como local y los de visitante. De los 31 puntos que acumula el Glorioso a falta de dos jornadas para el cierre de campaña, 25 corresponden a los partidos que se han disputado en Mendizorroza. Este dato es el que sitúa al Alavés como el 12º mejor local de la categoría y, a su vez, como el colista si se analizan los resultados como visitante. Nadie esconde que la versión del Glorioso lejos de su feudo es uno de los motivos por los que ha sido incapaz de escapar de unos puestos de descenso en los que se situó durante el mes de enero.
El conjunto babazorro ha salvado su match ball particular para mantener vivas las esperanzas y apretar la clasificación de cara a las dos últimas jornadas. El hecho de que el Alavés se juegue la vida ante el Levante y Cádiz, dos rivales inmersos en los puestos de descenso, es el último argumento al que se aferra la afición para soñar con una permanencia que a día de hoy es un logro ciertamente complejo. De todas formas, la agonía de la parroquia albiazul y el uso constante de las matemáticas serán en vano si el Cádiz logra hacerse hoy con los tres puntos en su visita a Anoeta.