Al Alavés le ha abandonado definitivamente la fortuna en esta temporada. Todo es susceptible de empeorar en estos últimos tiempos donde no hay forma humana de llevarse una alegría a la boca. Hasta los días donde el equipo hace méritos para, al menos, sumar un punto y subir su autoestima de cara a la cruenta pelea por la permanencia, la fortuna le da la espalda a los discípulos de Mendilibar.
Porque muy poquito, más bien nada, necesitó un ramplón Barcelona para llevarse tres puntos completamente inmerecidos de Mendizorroza. El jarro de agua fría llegó en el peor momento cuando la afición saboreaba un empate muy trabajado, que perfectamente pudo ser un botín superior a lo largo del partido debido a dos clarísimas ocasiones desperdiciadas ante Ter Stegen.
Sin embargo, el Alavés no tiene gol más allá de Joselu y esta grave carencia mantiene al equipo sumido en la frustración. De nada vale plantar cara a gigantes si el tesoro más preciado del fútbol se resiste sistemáticamente. Los números no engañan desde la llegada de Mendilibar. Un gol, y de penalti, en cuatro jornadas supone una mochila muy pesada, sumada a las diez jornadas sin ganar.
El oscuro trabajo a lo largo de la velada se marchó por el desagüe por culpa de un error defensivo en el que se vio involucrado Javi López. El lateral canario, que estrenó titularidad por la lesión de Duarte y rayó a gran nivel en líneas generales, se comió un balón a su espalda que Ferran Torres puso en bandeja para que Frenkie de Jong marcara casi a placer. Fue la única distracción a nivel defensivo de un Alavés reconocible en cuanto a su generoso despliegue físico pero, un día más, falto de mordiente en los últimos metros.
El once de Mendilibar fue de un perfil más conservador que en partidos precedentes. El de Zaldibar incluyó un tercer mediocentro (Pons) y sacrificó un segundo delantero. La consigna era clara: líneas bien juntas para no dejar espacios al Barcelona en la sala de máquinas, mucho rigor táctico y salidas rápidas al contragolpe por ambas bandas cuando se produjera alguna recuperación de balón y el conjunto catalán estuviera descolocado con pocos jugadores en la retaguardia.
El plan del entrenador albiazul funcionó a la perfección porque el Barcelona, romo, plano y previsible a más no poder confirmando las razones de su errática trayectoria en esta campaña, se limitó a efectuar sus clásicas triangulaciones horizontales y no inquietó nunca a Pacheco salvo a balón parado.
No es que el Alavés fuera un conjunto con el colmillo afilado en busca de los tres puntos ni hiciera alardes de recursos ofensivos, pero creó las oportunidades justas como para que su suerte hubiese sido otra. El destino del conjunto vitoriano pudo haber cambiado en las postrimerías del primer tiempo con una ocasión de oro que se fue a las nubes para desesperación de la grada alavesista.
Fue la jugada soñada por Mendilibar en la pizarra durante toda la semana, pero Pons no estuvo afortunado de cara al gol. Tras robar un balón en la zona ancha y una rápida conducción de Rioja que dejó al catalán solo en el mano a mano con Ter Stegen, el inocente disparo del catalán frustró el 1-0.
También emergió un rayo de esperanza mediada la segunda mitad con otra oportunidad que se fue al limbo por escasos centímetros. Jason envió un perfecto centro al área que Joselu, obstaculizado por Dest, remató fuera cuando el gol ya se cantaba en la grada. El Alavés perdonó y el Barcelona hizo sangre cuando más duele.
Desde el aterrizaje de Mendilibar, el Alavés todavía no ha sido capaz de marcar un gol de jugada, algo que resulta desalentador