- Se acabó. Y se acabó con una imagen deplorable que viene siendo el reflejo último de un Deportivo Alavés que ha amenazado seriamente descomposición en un tramo final del curso del que el club tiene que extraer muchísimas conclusiones. La positiva es que a pesar de todos los acontecimientos anormales que se han producido a causa de la pandemia del coronavirus, dentro y fuera de los terrenos de juego, El Glorioso militará una temporada más en Primera División, habiendo salvado además una situación que se había puesto peliaguda. En el lado negativo de la balanza, los capítulos a analizar son bastante más variados: partiendo de la confección de una plantilla con graves carencias que no se han corregido, siguiendo por un equipo que a nivel individual y colectivo ha rendido, salvo excepciones, muy por debajo de lo que se esperaba y terminando, que no es cuestión menor, por toda la gestión interna de la crisis provocada por la pandemia -expediente de regulación temporal de empleo y bajadas de salarios- y la evidente fractura que ha propiciado entre el club y la plantilla y también dentro del vestuario, lo que casi conduce a la catástrofe.

La goleada sufrida ante el Barcelona ayer fue el feo final a un curso completamente atípico en el que la permanencia y la presencia en este tramo final de varios canteranos con el primer equipo representan las únicas buenas noticias. La primera no es baladí, pues para un equipo como el Alavés estar cada año en Primera ya resulta un éxito incuestionable, mientras que la segunda tiene que servir para seguir trabajando en esa línea de cara a un futuro en el que las canteras cada vez tendrán más peso.

Por lo demás, si El Glorioso pretendía subir este curso un escalón en su crecimiento se ha encontrado con que ha descendido varios de repente. De equipo sólido, fiable y casi siempre competitivo, ha pasado a ser un títere sin cabeza en muchos de sus encuentros -varios del tramo final han sido directamente bochornosos-, sin identidad propia e incapaz de brillar ni en el plano defensivo (59 goles encajados, de los peores del curso) ni en el ofensivo (solo 34 dianas, a pesar de que entre Joselu y Lucas han sumado 22). Sin elementos desequilibrantes al margen de los delanteros y lo que le daba la estrategia, también ha sido incapaz de ser solvente atrás.

Más allá de los registros, que hasta el parón al menos fueron positivos por la fortaleza del equipo en Mendizorroza que servía para compensar sus problemas para sumar como visitante, es la imagen del club la que ha quedado más seriamente dañada en este tramo final del curso. El Alavés ha dejado en muchas actuaciones una imagen impropia de un equipo profesional. Y el de ayer fue el último ejemplo. Ni la más mínima intensidad competitiva pusieron los jugadores contra un Barcelona que solo sudó porque el calor azotaba Mendizorroza. La sensación de que ya se había cumplido sobradamente con la permanencia del pasado jueves fue clara y que no había ni la más mínima intención de gastar un solo gramo más de fuerza para beneficio único de quien no ha sido agradecido.

Una sensación final que tiene que dar paso a una reflexión interna que, casi con total seguridad, vendrá acompañada de medidas drásticas en muchos apartados. Se necesita componer un proyecto que recupere los valores y una ilusión difuminada a pesar de la salvación.