La temporada que arrancó hace once meses, la más larga de la historia por todos los avatares que ha padecido por culpa de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus, tenía para el Deportivo Alavés el objetivo marcado de conseguir la permanencia en Primera División por quinta campaña consecutiva, el mismo que en todas las precedentes. Ayer, en la penúltima jornada liguera, quedó certificado dicho logro. Con un agobio mucho mayor del que se podía prever hace unas semanas, con un final de curso que deja una sabor de boca amargo, con la sensación de que el desastre ha estado muy cerca... Tiempo habrá, aunque tampoco mucho, para la reflexión acerca de todas las vicisitudes de las últimas fechas. De momento, El Glorioso puede ya dormir con la tranquilidadEl Glorioso de saber que estará un año más entre los mejores, que no es poca cosa teniendo en cuenta el historial de este club y las circunstancias económicas especiales que se presentarán ya de cara a la nueva campaña. El centenario alavesista se festejará en Primera.

La que comenzará a mediados de septiembre, o eso se espera, será la decimosexta temporada del equipo vitoriano en la máxima categoría. Y con cinco seguidas, iguala su mejor serie histórica, la época dorada que fue de 1998 a 2003. No se puede decir que a lo largo de sus inminentes cien años de vida haya sido el hábitat natural del club, por lo tanto la satisfacción tiene que ser importante.

En todo caso, la permanencia ha sido la más sufrida de las cuatro que ha protagonizado la entidad del Paseo de Cervantes en esta etapa. Con Mauricio Pellegrino la holgura fue enorme en la campaña 2016-17 (noveno puesto y 55 puntos); en la segunda campaña, tras el desastroso arranque y el carrusel de cambios en el banquillo que acabó con Abelardo al frente, el final de curso fue plácido (decimocuarto con 47 puntos); mientras que en la experiencia más reciente, con el asturiano a los mandos, durante muchos meses se soñó con Europa y la salvación se aseguró tan pronto que ni produjo alegría (undécimo con 50 puntos). La que está a punto de cerrarse va a ser la peor en cuanto a registros numéricos y también en la que más tiempo ha tardado en sellarse una salvación que hasta el final siempre se ha sentido como una amenaza bastante lejana.

Y es que para explicar este desenlace no se puede pasar por alto el parón provocado por el coronavirus. Si en el mundo en general ha habido un antes y un después, para el Alavés en particular se abrió un abismo que a punto ha estado de ser su tumba. Si hasta que la competición se detuvo las señales indicaban que la permanencia se iba a conseguir con absoluta tranquilidad, desde que se reanudó no han hecho sino encenderse cada vez más alarmas con el paso de cada jornada. Tanto es así que se recurrió al cambio de entrenador, con Juan Ramón López Muñiz relevando a Asier Garitano, después de que apenas unos días antes el propietario del club, Josean Querejeta, hubiese pedido a los jugadores un paso adelante y mayor compromiso con la entidad ante el estado de decadencia en el que se encontraba el equipo.

Al final, entre el colchón precedente y que los perseguidores tampoco han sido ninguna maravilla -ni una sola vez han estado a tiro de un partido, por lo que en ese sentido eran más los nervios por la caída libre que la amenaza real-, el objetivo se ha convertido en una realidad. Lógicamente, hay que alegrarse por ello. En un entorno económico que va a ser muy complicado y en el que los ingresos por muchas vías se reducirán de manera drástica, el Alavés asegura una inyección vital para todos los proyectos del conglomerado deportivo que lidera Querejeta con el dinero que seguirá percibiendo de los derechos televisivos.