Vitoria - La vida es tan caprichosa -y al mismo tiempo tan maravillosa, como no se cansaba de recordar el inolvidable Andrés Montes- que unos pocos segundos pueden tener una influencia enorme en lo que vaya a ocurrir en el futuro. De lo que suceda o no en esa mínima fracción de tiempo dependerá en buena medida que el curso de los acontecimientos discurra por unos derroteros u otros y la magia es que, casi siempre, resulta imposible predecir el efecto que tendrán nuestros actos.

Buena fe de ello pueden dar, sin duda el Deportivo Alavés y el Real Jaén. Los dos equipos que pelearán sobre el césped de La Victoria por el pasaporte para la ronda de dieciseisavos de final de la Copa del Rey y que comparten en su pasado unas cuantas batallas. Afortunadamente, la mayoría de ellas saldadas a favor de la escuadra de Mendizorroza, para la que las visitas a la ciudad andaluza acostumbran a ser sinónimo de buenas noticias.

La primera de ellas llegó en 1995 cuando, a pesar de perder, el combinado albiazul certificó su regreso a la Segunda División a falta de una jornada para la conclusión del play off de ascenso. Unos cuantos años después, concretamente en 2013, también el Jaén fue el adversario ante el que el Alavés logró recuperar su sitio en la categoría de plata al superarle en una eliminatoria que, en este caso, se resolvió en Mendizorroza tras el empate a uno de la ida.

Peso sin duda la cita que ha quedado marcada a fuego en la particular historia de la batalla entre ambas entidades es la que tuvo lugar el 7 de junio de 2014 en el estadio de La Victoria. En la última jornada de ese ejercicio, los dos conjuntos se encontraban en un duelo a muerte en el que únicamente se repartía un billete para la salvación. Los 95 minutos de insoportable agonía y el éxtasis final tras el gol de Guzmán Casaseca que supuso el definitivo 2-3 forman ya un capítulo inolvidable de las respectivas historias de ambas entidades.

Sobre todo, porque supuso un claro punto de inflexión en la vida de dos equipos que cambiaron de vida radicalmente. Al mismo tiempo que uno daba pasos de gigante en una mejoría constante, el otro se hundía en un pozo cada vez más profunda. Si en el momento de esa última contienda era el Alavés el que todavía atravesaba el desierto del concurso de acreedores y las penurias que le había generado Dmitry Piterman, el transcurso de apenas un lustro ha dado por completo la vuelta a la tortilla.

En la actualidad, El Glorioso disfruta de la opulencia deportiva y económica disfrutando de su cuarta temporada consecutiva en Primera División habiendo accedido además por el camino a una final de la Copa del Rey. Su rival de este tarde, en cambio, ha terminado cayendo hasta la Tercera División como consecuencia de sus deudas y su situación económica es tan grave que la espada de Damocles de la liquidación pesa sobre su cabeza. Una diferencia enorme que tiene su origen en unos pocos segundos, los que tardó Guzmán en marcar un gol milagroso. - T.S.