Vitoria - El Deportivo Alavés había asentado su gran rendimiento en la presente temporada sobre un núcleo muy reducido de jugadores de plena confianza de Abelardo, una limitación que conducía a que el técnico apenas fuese más allá de una rotación por línea para cargar la responsabilidad en un bloque de apenas quince jugadores. Algunos futbolistas son completamente indiscutibles en los planteamientos del técnico asturiano, que no se encontró problemas cuando tuvo que suplir ausencias puntuales. Su problema ha llegado cuando varios miembros de destacado peso dentro de sus planes han desaparecido al mismo tiempo, lo que ha conllevado la aparición de piezas que no venían siendo importantes y que han rebajado el nivel de sus antecesores. Una cuestión que ya se sufrió en Girona con las bajas de Ibai Gómez y Jony Rodríguez y que fue todavía más evidente en Getafe cuando a los dos extremos se le añadió la baja de Víctor Laguardia. Y que, con cambio de protagonistas, se volverá a repetir el próximo lunes cuando el que no pueda jugar sea Tomás Pina.

El problema de limitar las rotaciones prácticamente a la mínima expresión es que se genera una dependencia de los jugadores más habituales que no es sencilla de eclipsar cuando coincide la ausencia de varios de ellos al mismo tiempo. El rendimiento del colectivo no se ha resentido en exceso cuando, de manera puntual, alguno de sus referentes se ha quedado sin poder jugar. Las carencias de la plantilla han salido a relucir cuando han sido varios de ellos al mismo tiempo los que no han podido saltar al verde. Situación más acuciante aún teniendo en cuenta que alguno de ellos eran factores diferenciales, ya fuese a la hora de generar en el ataque o cuando toca asentar los cimientos defensivos del equipo.

En la visita al Girona comenzó a convivir El Glorioso con la ausencia permanente de un Ibai Gómez que apenas dos días antes había firmado su regreso al Athletic. Lo que no esperaba El Pitu era perder al mismo tiempo, aunque en este caso no de forma definitiva sino temporal, a Jony por lesión. Los dos motores ofensivos con su juego por las bandas y su ejecución de las acciones de estrategia desaparecieron de un plumazo. La aparición de problemas era previsible y así se ha constatado en la realidad.

Tanto en Montilivi como en el Coliseum apostó el técnico alavesista por Rubén Sobrino como Burgui como extremos. El de Daimiel no es un hombre puramente de banda, mientras que el extremeño apenas venía de jugar minutos sueltos. El resto de alternativas que ofrece la plantilla ni siquiera cuentan para el asturiano. El resultado en ambos encuentros, idéntico: nula profundidad, nada de desborde y apenas ningún servicio bueno desde los flancos. En resumidas cuentas, la anulación casi completa del ataque albiazul, con los dos delanteros centros ejerciendo prácticamente de islotes y buscándose las habichuelas en balones perdidos. Y eso ante el Girona, ya que en Getafe el bagaje ofensivo del equipo se igualó a la nada. Lo de Jony lo curará el tiempo -es casi imposible que pueda jugar aún contra el Rayo Vallecano-, mientras que lo de Ibai hay que solucionarlo en el mercado, con la necesidad de que Inui llegue cuanto antes y aporte de inmediato.

En el encuentro en la localidad del sur de Madrid también faltó Laguardia. Y vaya si echaron de menos sus compañeros al zaragozano. El maño es de uno de esos jugadores que mejoran a quienes le rodean y su ausencia se convirtió en un ejercicio de pilotaje sin luces en medio de la oscuridad. Los fallos garrafales que la zaga albiazul cometió ante el Getafe fueron tan poco habituales que una parte de la explicación hay que encontrarla en la ausencia del líder de ese entramado, que había jugado todos los minutos de la primera vuelta y el viernes hubo de quedarse en Vitoria por sanción. Martin Aguirregabiria, Ximo Navarro, Guillermo Maripán y Rubén Duarte componen el cuarteto de confianza al margen de Laguardia, pero la desaparición del guardaespaldas fue un lastre para todos ellos.

El próximo lunes, Abelardo tendrá que lidiar con una nueva ausencia de uno de sus pilares. En este caso, de un Tomás Pina que es el faro del centro del campo y que también tiene esa curiosa capacidad de incrementar el rendimiento de quien juega a su lado. Otra baja de peso que habrá que tratar de eclipsar.