Bilbao ? González Fuertes quedó ayer marcado por un grave error al señalar un penalti a favor del Athletic a instancias de su asistente por un supuesto agarrón de Rubén Duarte a Raúl García que no fue tal, pero un fallo puntual no puede servir para eclipsar también lo que viene siendo una tendencia en casi todos los colegiados que han dirigido partidos del Deportivo Alavés esta temporada. Munir El Haddadi amplió ayer de manera considerable su registro como el jugador que más faltas sufre de toda la Primera División ?y eso que se perdió los dos primeros partidos y en otros dos apenas sumó minutos? con la total impunidad para los infractores que supone reiterar sus patadas sobre el madrileño, que en lo disciplinario parecen ser del todo invisibles para los árbitros como se demostró ayer una vez más con un criterio a la hora de repartir amonestaciones más que discutible por parte del asturiano.

El error puntual, como el del penalti, puede ser perdonable porque en la vida no hay nadie libre de fallos. Lo que resulta ya denunciable es mantener invariable ese criterio que no castiga la reiteración en las infracciones, sobre todo cuando los golpes se los lleva siempre la misma persona. En este sentido, la temporada que está viviendo Munir es para olvidar. A sus batallas contra las centrales, muchas veces en solitario, con un físico que no le hace sufrir muchísimo en el cuerpo a cuerpo y casi siempre de espaldas a la portería, se les une una permisividad de los colegiados que resulta ya insoportable. Así, el madrileño se ha convertido en el saco de los golpes y todos los días se lleva unas cuantas patadas que, en el mejor de los casos, se quedan en faltas y nada más. Un castigo insuficiente, sobre todo cuando la táctica de pegar, pegar y seguir pegando se repite de manera sistemática y una semana tras otra.

Por si fuera poco, el punta albiazul volvió a verse ayer excesivamente solo. La inmediata incorporación del delantero sueco John Guidetti va a suponer la suma de un recurso diferente en un ataque que ayer se mostró incapaz de generar ocasiones. Todos los jugadores ofensivos eran en San Mamés de estatura media-baja y así resultó imposible pelear contra el físico de la zaga rojiblanca y los intentos de buscar el peligro con centros laterales se estrellaron con ese muro que resultó imposible de superar por falta de recursos diferentes. l