Hace trece días, en Mendizorroza, el alavesismo casi tocó fondo al asistir incrédulo al enésimo despropósito de la temporada. Esta vez ante el Eibar, que con muy poco se llevó los tres puntos de Vitoria y abrió una brecha considerable en la lucha por escapar de los puestos de descenso. Hartos de aguantar y confiar tanto a cambio de nada, la afición despidió a su equipo con una sonora pitada e hizo entender a la zona noble que la siguiente muestra de protesta iría dirigida al palco si no se tomaban cartas en el asunto. Dicho y hecho. 48 horas después, De Biasi ya era historia en el Alavés, asumiendo el paso interino Javi Cabello y días después El Pitu Abelardo, que regresaba al Alavés quince años después de colgar las botas en este club con un traumático descenso a Segunda División. Trece días después del mazazo en el derbi ante el conjunto armero, las sensaciones en la previa al duelo contra el Las Palmas eran otras bien distintas, al menos sobre el plano anímico. Dos victorias consecutivas tenían la culpa. El triunfo en Copa ante el Getafe (3-0) y el milagro de Montilivi ante el Girona (2-3) después de 70 minutos lamentables donde la escuadra catalana pudo haber matado el partido de no haberse confiando. “Pero esto es el fútbol”, resumió con cierta vehemencia Abelardo al final del partido para evitar tener que reconocer en su debut como técnico que su equipo no jugó a nada y que solo la entrada de Pedraza y Burgui alteraron el rumbo del partido. Por eso ayer en Mendizorroza, estos dos jugadores regresaron al once titular para la suerte del asturiano.

En la noche de las urgencias y el frío, con la moral por las nubes tras los últimos dos triunfos consecutivos, compareció el Glorioso y el alavesismo como en las grandes noches, subiendo la temperatura de un partido que arrancó con exquisita puntualidad y un Abelardo empeñado en no dejar de animar en ningún momento a sus jugadores. Y por ahí fueron llegando los primeros arreones albiazules, casi siempre por la banda de Pedraza, hoy por hoy el único jugador imprescindible. Munir sacaba petróleo jugando de espaldas, Burgui parecía otro y el joven Martín volvía a prodigarse en ataque con cierto peligro.

Se mostraba en esos primeros compases el Alavés dominador e incisivo ante el cuadro canario, dos virtudes prácticamente inéditas esta temporada en los partidos de casa. Y el público lo agradecía animando sin descanso hasta que en el minuto 23 cantó el primero de la noche, obra de Ibai tras un aprovechar un rechace del portero a tiro de Pedraza. Con este resultado y un penalti no pitado de Duarte a un jugador insular se terminó el primer acto sin intervención ninguna de Pacheco.

una defensa infantil No cambiaron mucho las cosas en la reanudación. Quizá en los primeros compases, el conjunto insular decidió estirar un poco sus líneas para tratar de rescatar al menos un empate, pero fue un espejismo ya que era tal la fragilidad defensiva que presentaba el equipo de Pakito Ortiz que en el minuto 55, en una jugada defendida de manera infantil por los canarios, llegó el segundo de la noche. Y ahí se acabó el partido, si bien el Glorioso pudo haber firmado después una goleada de escándalo si Alexis, Ibaia, Munir, Santos o Medrán llegan a estar más acertados. Pero ayer era suficiente. Lo importante era ganar o ganar para abandonar el diván del psicólogo y, de paso, hundir a un rival directo como el Las Palmas en la lucha por la permanencia. Objetivo conseguido.