vitoria - Pocas cosas hay más peligrosas para la agricultura y los que dependen de ella que la sequía. La tierra necesita de la imprescindible colaboración del agua para poder ofrecer sus frutos y cuando esta escasea o directamente desaparece la situación se complica sobremanera. Poco a poco el terreno se va secando y todo aquello que había conseguido germinar comienza a marchitarse hasta terminar dibujando un escenario muy similar a un páramo. Pues bien, algo muy similar ocurre en el fútbol. Solo que, en este caso, son los goles los que ejercen su mágico efecto. En ocasiones, sin embargo, se ausentan y condenan a los equipos a duros periodos de hambruna.
Precisamente en uno de ellos se encuentra el Deportivo Alavés y los efectos perniciosos del mismo no han tardado lo más mínimo en dejarse sentir. En sus tres últimas comparecencias ligueras el combinado de Mauricio Pellegrino ha sido incapaz de perforar la portería rival y el balance de estas jornadas no puede ser más demoledor. Cero puntos conquistados de los nueve que se han puesto en liza y despedida definitiva de la ilusión de dar la batalla hasta el final por la séptima plaza.
Es verdad que la escuadra vitoriana no ha destacado desde que arrancó el curso por su facilidad para encontrarse con el gol pero lo cierto es que en este tramo reciente sus problemas se han agravado de manera evidente. Unas complicaciones que tienen su origen fundamentalmente en dos puntos. El primero, la sala de máquinas, a la que le cuesta mucho generar ocasiones de peligro debido a su especial dedicación a la contención y la destrucción. Y segundo -y probablemente más preocupante-, la falta de puntería que demuestran partido tras partido los habituales integrantes de la vanguardia albiazul.
Con 29 goles en su casillero, el Deportivo Alavés es el tercer equipo menos realizador de toda la Primera División, lo que a priori debería colocarlo en una posición delicada en la tabla. Únicamente su excelente rendimiento en el resto de apartados le ha permitido evitar este peligro y disfrutar durante toda la campaña de una posición holgada. Sin embargo, ese dato refleja bien a las claras la falta de instinto asesino que padecen sus delanteros.
Y hay otro que no hace más que incidir en este mismo argumento. Su nueve titular indiscutible, únicamente ha podido marcar un tanto desde que arrancó 2017. Es decir, una solitaria diana (en el derbi con la Real Sociedad) en casi cuatro meses y medio de intensa competición para un Deyverson que, eso sí, no escatima esfuerzo y trabajo en tareas defensivas. Un balance desde luego muy pobre para cualquier ariete pero que se agrava todavía más por la falta de colaboración de sus colegas de demarcación. Porque el que debería ser su recambio natural, el venezolano Christian Santos, no ha entrado en la dinámica del equipo en ningún momento. De hecho, cada vez que ha dispuesto de minutos -sin ir más lejos cuando disfrutó de la titularidad el pasado miércoles ante Osasuna- su rendimiento ha terminado decepcionando.
Así pues, con su primera opción bajo mínimos en lo que a acierto hace referencia y sin nadie por detrás que apriete con argumentos sólidos en busca de un mayor protagonismo, el ataque albiazul parece condenado a la peligrosa sequía que está sufriendo últimamente. En las semanas anteriores, los goles conseguidos por los defensas o los centrocampistas habían mitigado el efecto de la misma pero cuando estos han desaparecido -algo natural-, el daño ha sido inevitable.
Una vez constatado el problema y con la tranquilidad que supone saber que el gran objetivo de la permanencia está asegurada desde hace mucho tiempo, Pellegrino tiene por delante la ardua tarea de tratar de encontrar la fórmula para que vuelva a llover con intensidad en las porterías sobre las que ataque el Alavés. Y es que reencontrarse con el acierto -sea a través de un cambio táctico o de las rogativas que durante muchos años pusieron en práctica los campesinos- se antoja imprescindible para poder afrontar la próxima final de la Copa del Rey con un mínimo de opciones. Queda un mes largo para conseguirlo.