Vitoria - En el mundo del fútbol, hay muchas veces en las que los trenes solo pasan en una ocasión por delante de los jugadores. Justo ese instante es el momento de subir al vagón. Ni antes ni después. Hay quienes saben leer a la perfección esos instantes y se acaban agarrando al último clavo ardiendo, pero hay quienes ven pasar toda la caravana por delante sin ser capaces de subirse a la misma. La cara y la cruz de una misma moneda que en estos momentos tiene varios protagonistas claros en el Deportivo Alavés, tanto en el aspecto positivo de quienes aprovechan sus oportunidades como en el negativo de los que las dejan pasar una y otra vez de manera recurrente y ya casi desesperante.

A lo largo del curso, varios jugadores que no estaban llamados a ser excesivamente relevantes se han ido ganando un gran protagonismo dentro del equipo por su capacidad para ofrecer un rendimiento cuando Mauricio Pellegrino requirió su presencia. El primero de ellos, un Víctor Laguardia que partía tercero en la rotación de los centrales por detrás de Alexis Ruano y Zou Feddal, pero que supo aprovecharse a la perfección de la lesión del marroquí en el arranque del curso para hacerse con una titularidad de la que ya nadie le ha descabalgado.

Otro ejemplo es un Manu García recurrente en este sentido. Todos los años parece que llegan al vestuario futbolistas llamados a descabalgar al vitoriano de la titularidad, pero una temporada tras otra el capitán se acaba convirtiendo en indiscutible. Absolutamente nadie podía esperar en verano que Manu fuese un fijo en las alineaciones de Pellegrino, pero lo ha conseguido por méritos propios, mejorando incluso su rendimiento de campañas precedentes. Y, para conseguirlo, ha apeado del equipo a un Dani Torres que fue fichado como un pilar básico y que el sábado incluso se quedó fuera de la convocatoria.

Gaizka Toquero también representa fielmente esa idea de saber aprovechar el momento. El vitoriano tenía por delante muchos jugadores, ya fuese en punta de ataque como en la banda derecha, pero se ha adueñado del carril diestro aportando su buen rendimiento a un equipo que se encuentra en el mejor momento del curso. Una cuestión también completamente inesperada teniendo en cuenta que llegaron varios futbolistas de calidad.

reciente protagonismo El último en subirse al tren ha sido un Rubén Sobrino que lleva unas cuantas semanas reclamando protagonismo con hechos. El jugador cedido por el Manchester City realizó una pretemporada muy pobre y en toda la primera vuelta apenas disfrutó de 13 minutos, siendo casi siempre uno de los descartados. Pero el punta de Daimiel cambió el chip tras el parón navideño. Tuvo opciones de abandonar Vitoria, pero él mismo apostó por seguir trabajando en busca de una oportunidad. La misma le llegó y la ha aprovechado a la perfección.

Más allá de sus discontinuas apariciones en Copa, Sobrino se ha ganado los minutos firmando muy buenas actuaciones en los últimos cuatro compromisos ligueros, en los que ha destacado. Fue titular y abrió el marcador en la visita al Sporting, fue de lo mejor ante el Barcelona de nuevo en el once inicial y comandó los mejores minutos ofensivos ante Deportivo y Valencia, en el que dio además una asistencia. El jugador cedido por el City ha pasado de descarte a pieza indispensable desde la segunda unidad.

De ese bloque parecía haber desaparecido un Aleksandar Katai que estaba firmando una temporada decepcionante. Su clase es indiscutible, pero se trata de un jugador muy anárquico y que tácticamente no es brillante. La esperanza es que el gol que le endosó al Valencia, una maravilla técnica, sirva como cruce de caminos en su trayectoria y que a partir de ahora pueda aportar mucho más en positivo.

santos no arranca Para Sobrino y Katai, el partido contra el Valencia les sirvió para asomar la cabeza y reclamar su sitio. Todo lo contrario que sucedió con un Christian Santos que quemó el que pudo haber sido su último cartucho. Dejando los goles a un lado -dos en Liga de penalti y otros dos en Copa, uno con la mano-, el venezolano deja la sensación casi siempre de que no es capaz de adaptarse a las exigencias de un equipo en el que el delantero es el primero de los defensas. Su presión es tibia y tampoco es capaz de explotar en el área. La única excepción la protagonizó en la visita al Sporting. Como si el golpe que le dio Fernando Amorebieta y que le provocó un corte en el rostro le hubiese hecho reaccionar, aquel día Santos fue agresivo y batallador. Por desgracia, posteriormente ese carácter exhibido en El Molinón no ha tenido continuidad y la sensación es que el sábado dejó escapar su último tren.