El Deportivo Alavés se vistió ayer con el traje que usan muchos de los visitantes que a lo largo del curso han pasado por Mendizorroza y que se encuentran peleando, o lo hacían en la parrilla de salida del curso, por un objetivo similar al de los vitorianos. Precisamente, el Deportivo de A Coruña vivió ayer esa sensación que tantas veces se ha repetido en el templo vitoriano. La de la impotencia de un equipo muy superior a su rival que es incapaz de marcar y que se acaba viendo seriamente perjudicado por el esfuerzo para decaer en los minutos finales. Un mal que El Glorioso ha vivido en sus propias carnes en no pocas ocasiones, pero que ayer disfrutó como visitante en un encuentro en el que pasó de la nada al todo con el correr del reloj.
A pesar de disfrutar de alguna ocasión aislada -un cabezazo de Laguardia y un mal remate de Deyverson- durante la primera parte, al equipo de Mauricio Pellegrino le tocó sufrir en todo ese acto inicial y también en el arranque del segundo. El Deportivo acumulaba ocasiones clamorosas, metía a los vitorianos en su propia área y no hacía más que rondar el gol.
Pero, una vez más, los problemas con el remate de los de Gaizka Garitano hicieron acto de presencia. Que los coruñeses no consiguieran marcar ayer en una primera hora en la que disfrutaron de un sinfín de ocasiones en acciones de todo tipo -disparos lejanos, remates en corto, balón parado...- habla bien a las claras de los graves problemas ofensivos que tienen los gallegos.
El conjunto alavesista estuvo excesivamente errático en una hora de juego en la que regaló demasiado. Muchísimo. Pérdidas en la salida de balón, esféricos regalados en posiciones comprometidas, desorden táctico... Por momentos, parecía como si el desastre de la actuación contra el Barcelona se hubiese extendido durante una semana más. Por fortuna, el Deportivo en nada se parece a los culés de cara al gol. Se pudo sobrevivir a un tramo de enorme sufrimiento y los coruñeses sufrieron el castigo del que perdona.
Con la entrada de Sobrino a los 62 minutos, el balón cambió de dueño. Apareció entonces un Camarasa que hasta entonces había sido irrelevante y el juego se volcó sobre la banda derecha. Desde allí, Toquero comenzó el bombardeo con centros muy precisos desde el flanco. En uno de ellos, Manu García rompió desde segunda línea; Albentosa vio al vitoriano en posición franca, pero el árbitro también vio su agarrón a la camiseta del capitán albiazul, que marcaría de penalti.
A partir de ahí, prácticamente solo hubo un equipo sobre el césped. Feddal tuvo que sacar ya casi al final bajo palos un disparo que bien pudo haber supuesto el empate, pero el Deportivo desapareció por completo del campo tras el varapalo del tanto encajado ante un Alavés que llegó pletórico a los minutos decisivos.