Vitoria - No se encuentra el Deportivo Alavés en el arranque de la segunda vuelta en su mejor versión de la temporada, ni mucho menos, pero en estos cuatro últimos partidos en los que no ha sido capaz de ser superior a ninguno de sus contrincantes su ritmo puntuador no se ha visto reducido de manera alarmante. Ni mucho menos, ya que se ha abonado El Glorioso a la conocida media inglesa, ganando en casa y empatando fuera. Muy poco ha sido lo que ha puesto el cuadro albiazul, pero, teniendo en cuenta esa primera premisa, mucho ha sido el bagaje cosechado el forma de puntos. Una mezcla de capacidad competitiva, sapiencia para aprovechar alguna oportunidad aislada y también un punto de suerte. En una fase en la que está lejos de su mejor nivel, el bloque de José Bordalás está sobreviviendo a base de pequeñas hazañas y de puntos que, visto el desarrollo de cada partido, tranquilamente podrían haber volado lejos del casillero vitoriano. Y precisamente esa capacidad para seguir rascando en los peores momentos es la que convierte en grandes a los buenos equipos. Eso sí, las ramas tampoco tienen que tapar el bosque y el técnico alicantino tiene que dar cuanto antes con la tecla para erradicar los problemas, alguno de ellos muy grave, que su equipo viene arrastrando en las últimas semanas.

En los partidos de la segunda vuelta disputados contra Huesca, Oviedo, Llagostera y Mirandés el grado de sufrimiento del alavesismo ha aumentado en varios puntos por la incapacidad de su equipo de marcar el ritmo como lo hacía anteriormente. El dominio de los tiempos fue premisa fundamental en los mejores momentos de este Glorioso. Se jugaba en todo momento a lo que Bordalás dictaba, no a lo que quería el rival. Así, una sucesión de oponentes se vio maniatado por el estilo vitoriano, basado en seguridad defensiva y pegada certera.

Tras la inmerecida derrota ante el Nàstic con la que se cerró la primera vuelta, en el arranque de la segunda le ha sonreído al cuadro albiazul la fortuna que le dio la espalda en esa aciaga tarde ante los tarraconenses. Y es que el cuadro vitoriano no ha sido superior a ninguno de los cuatro oponentes que se ha encontrado desde entonces, pero ha sido capaz de no perder contra ellos.

El principal problema viene marcado por el hecho de que ya no se juega a lo que el Alavés desea. Y, como consecuencia de ellos, se ha perdido la solidez defensiva que fue el pilar fundamental sobre el que se construyó el crecimiento del equipo. Los números pueden llevar a engaño, ya que en estos cuatro encuentros solo se ha encajado un solo gol. De nuevo, las ramas y el bosque. Recibir pocos goles no es, en este caso, sinónimo de que se esté defendiendo bien. Ni mucho menos. Huesca, Oviedo, Llagostera y, sobre todo, Mirandés han tenido ocasiones clarísimas de sobra para conseguir unas cuantas dianas, pero solo en la visita a los asturianos fue batido Fernando Pacheco.

A la figura del guardameta hay que referirse por obligación para entender que los registros goleadores no se hayan visto incrementados de manera muy peligrosa. Su temporada es colosal en líneas generales, pero en el último mes se ha coronado. Y la exhibición que realizó en Anduva le lleva directamente a los altares del santoral alavesista. Eso sí, parece evidente que no siempre va a tener semejante nivel de acierto -ni de desacierto los rivales-, por lo que recuperar la solidez defensiva y permitir menos oportunidades es un aspecto fundamental.

La otra cuestión a resolver, que también tiene que ver con el dominio del juego, está en una parcela ofensiva en la que los problemas se van acrecentado con el paso del curso. Que el Alavés es un equipo que no va sobrado de calidad en vanguardia es algo que ya se sabía desde que arrancó el curso y por eso se está notando cada vez más el bajo rendimiento de jugadores llamados a ser desequilibrantes que últimamente no están mostrando esa capacidad. El equipo necesita recuperar las mejores versiones de hombres como Kiko Femenía y Dani Pacheco para generar desequilibrios y más ocasiones de peligro.