vitoria - No podía haber escogido el Deportivo Alavés mejor día para reivindicarse en la actual temporada que ayer, víspera de fiesta, con un ambiente espectacular -se acercaron hasta Vitoria cerca de 2.000 aficionados rojillos- y un rival en horas bajas, casi muerto, al que endosó otra goleada que además de los tres puntos de rigor significó la segunda victoria consecutiva de la temporada, algo que hasta la fecha el equipo nunca había conseguido. Consiguió todo eso El Glorioso en 90 minutos y se logró que la calma y la tranquilidad inundaran todos y cada uno de los poros del estadio. Incluidos los de la zona noble de la entidad del Paseo de Cervantes, que con el pitido final respiró con cierto alivio tras las alarmas que se desataron en los dos partidos de la gira catalana y los comentarios recientes de su máximo responsable, Josean Querejeta, que horas antes del partido habría puesto en entredicho la falta de continuidad y solidez de la escuadra de Alberto.
Quizá espoleado por esta crítica, el conjunto albiazul certificó ayer ante Osasuna su particular hoja de ruta. Un estilo a todas luces innegociable que Alberto López debería preservar a partir de ahora como oro en paño, sea cual sea el rival y el escenario. Y empezando por la visita que el próximo domingo le llevará hasta Lugo para medirse a la escuadra de Quique Setién, un equipo de los que acostumbra a dispensar un buen trato a la pelota. Tras lo visto hace ya unas semanas ante el Zaragoza (4-0), la semana pasasa contra el Mallorca (2-0) y ayer frente a Osasuna (3-0), no se explicaría una cambio de planteamiento en el irundarra vistos los éxitos de un sistema que ayer fue prácticamente una fotocopia del puesto sobre el césped ante el cuadro bermellón.
sin señales de goitia Partió el Alavés desde el principio con una actitud encomiable y una velocidad de vértigo por las bandas que desconcertaba una y otra vez a Osasuna, que ayer dio la sensación de haber enviado a Mendizorroza a su equipo juvenil para lidiar un partido de semejante enjundia. Cada una de sus transiciones eran una invitación a la presión albiazul y los regalos defensivos sacaban de quicio una y otra vez a José Manuel Mateo, que el año pasado a estas alturas dirigía al filial del Alavés hasta que tuvo que salir por la puerta falsa tras sus desavenencias con Javier Zubillaga.
A este plan de partida añadió también El Glorioso un rigor defensivo que volvió a nacer en Iñaki Goitia, que solventó sin problemas los pocos problemas que tuvo, continuó con esa pareja de centrales que conforman Jarosick y Laguardia y que parece estar llamada a ser la referencia defensiva hasta el final de temporada, y obtuvó el equilibrio nuevamente con Toribio, recuperado para la causa después del partido por sanción que se perdió hace una semana ante el Mallorca. A partir de ahí, Alberto se mantuvo fiel a ese triángulo que tan buenos resultados le está reportando y volvió a confiar en Juanma la batuta y capacidad ofensiva de un plantel que, sin embargo, sigue esperando a Manu Lanza, dotado de una maravillosa zurda pero demasiado intermitente a estas alturas del año. Si ante el Mallorca el interior ya mostró algunas de estas carencias -el agotamiento físico es otra de ellas-, ayer contra Osasuna le ocurrió otro tanto de lo mismo. Así y todo, completó los 90 minutos habida cuenta de su excelente pierna izquierda y su capacidad para desatascar situaciones comprometidas a balón parado. Manu García y Toti pusieron el trabajo, Barreiro se confirmó como referente en punta y el canterano Llamas se sintió ayer un poco más futbolista. Su gol nada más saltar al campo fue la guinda a un trabajo de muchos años en la sombra.