Vitoria - Cuando Josean Querejeta confía en uno de sus trabajadores esa confianza se mantiene inalterable incluso por encima de resultados y dudas del entorno. Se demuestra una vez más en la figura de un Javier Zubillaga que será el máximo responsable del Deportivo Alavés por tercera temporada consecutiva a pesar de que no es la persona más querida por la afición albiazul. Si a la cuestión meramente numérica hay que referirse, el técnico riojano ha encabezado dos proyectos en los que se ha cumplido el objetivo. Un ascenso y una permanencia. Por ahí, perfecto. Eso sí, hay que valorar también los fallos cometidos, sobre todo en el presente curso, desde la dirección deportiva para intentar que no se repitan en el futuro.

La presencia de Zubillaga al frente de la dirección deportiva supone una continuidad en la línea de trabajo del club a lo largo de los últimos años. Y eso supone una enorme ventaja ya que no se tiene que empezar de cero de nuevo. En este sentido, se mantiene en el Alavés esa filosofía de trabajo que impera en el Baskonia, donde algunos puestos están muy por encima de los resultados.

Zubillaga contará el próximo curso con más recursos para hacer una plantilla que tiene como primer objetivo asegurar de nuevo la permanencia, pero de la que ya se espera que pueda alcanzar cotas mayores. Las limitaciones este año han sido muy importantes, pero la plantilla ha quedado lastrada, sobre todo, por el mucho dinero invertido en jugadores experimentados y de caché que no han ofrecido el rendimiento que de ellos se esperaba. En este sentido, el cambio en la política de fichajes tiene que ser notable.

Eso sí, el primer paso es el del entrenador. Con Alberto no se pueden repetir las dudas que el año pasado se vivieron con Natxo González y en este apartado ha de ser Zubillaga quien marque la pauta. Si confía en el irundarra, al que él mismo trajo al Alavés para hacerse cargo del equipo juvenil, al que situó como técnico ayudante y al que encargó la tarea de salvar al equipo cuando peor estaba, la confirmación de su continuidad tiene que ser inminente. Si en cambio el guipuzcoano no le transmite seguridad para iniciar un nuevo proyecto, la decisión ha de ser tajante porque no se puede empezar una nueva campaña dudando de la figura que se sienta en el banquillo.