CUANDO segundos después de las nueve de la noche el colegiado señaló el inicio del encuentro, el Deportivo Alavés sabía que su nombre se escribía en esos momentos con el peligroso tinte rojo que identifica a los conjuntos que ocupan puestos de descenso. El peso de cerrar la jornada con esa responsabilidad y el recuerdo quizás de lo sucedido siete días atrás en Alcorcón le llevó a protagonizar una puesta en escena demasiado tibia. Un lujo que en una categoría como la Segunda División no se perdona y que el Hércules se encargó de penalizar convenientemente. La escuadra alicantina lució la mucha calidad que acumula en su vanguardia y, tras varios avisos previos, rompió la igualada inicial en el minuto nueve gracias a un perfecto remate de Eldin.
Más de uno en Mendizorroza se temió lo peor. Sobre todo porque el plantel de Natxo González estaba ofreciendo una versión muy alejada del notable nivel que había mostrado, por ejemplo, en su única victoria liguera hasta el momento, contra el Sporting. Pero especialmente también porque la siempre clarificadora estadística advertía de que El Glorioso no había sido capaz de firmar ninguna remontada. Un escenario sin duda complicado para un recién llegado a la categoría que no puede permitirse dejar escapar demasiados puntos de su feudo.
Pues bien, lejos de acusar todos estos factores negativos y entrar en una espiral peligrosa, el conjunto vitoriano supo conservar la cabeza fría y, lo que es todavía más importante, la fe en sus propias posibilidades. De esta manera, a la conclusión de los noventa minutos la situación era diametralmente diferente. El negro había vuelto a sustituir al indeseable rojo en la clasificación y la afición albiazul pudo disfrutar, esta vez sí, de una voltereta desconfianza.
Y es que es esto precisamente lo más destacado que se puede extraer de lo sucedido ayer ante el Hércules. La confianza que en ningún momento perdió el conjunto del Paseo de Cervantes en la posibilidad de dar la vuelta al marcador y la importante dosis de esta misma confianza que supone para el futuro a corto y medio plazo la segunda victoria liguera de la temporada. Por el valor de los tres puntos y por cómo llegaron hasta el casillero albiazul.
Madurez Tras recibir el varapalo del tanto inicial, el equipo fue capaz de templar los ánimos para mostrar la madurez que cada vez va apareciendo con más asiduidad y, sin volverse loco, tratar de buscar la portería de Falcón. Bien es verdad que en esa fase del choque el juego albiazul seguía sin ser especialmente brillante pero, cuando no se encuentra el camino buscado por una vía resulta obligado explorar otras y así lo entendió el Alavés.
A través de una jugada de estrategia, un córner exactamente, Ion Vélez estrenó su cuenta particular de goles con un preciso remate de cabeza y restableció las tablas en el marcador. Era el primer paso, pero, a pesar de ser positivo, se antojaba a todas luces insuficiente. Así lo entendió también el equipo que, tras el paso por los vestuarios, dio un paso al frente.
Gracias a ello, se produjo una remontada que debe confirmar las buenas prestaciones que acostumbra a ofrecer este Glorioso cuando actúa al calor de su público y mostrar el camino por el que tiene que desenvolverse el conjunto vitoriano cuando ejerce de visitante. Además, los tres puntos que se añaden al casillero a costa de dejar atrás a un rival directo en estos momentos en la lucha por el descenso se convierten en un mínimo colchón de seguridad para afrontar la siempre complicada visita a Anduva del próximo fin de semana.
El Alavés llegará a esta cita con dos puntos de renta ya sobre los puestos de descenso y el objetivo ineludible de mejorar el rendimiento lejos de Mendizorroza. Y es que un único empate hasta la fecha se antoja un balance demasiado escaso.