Vitoria. El fútbol es así. En esta frase de apenas cuatro palabras se resume la idiosincrasia de este deporte en el que no existe una fórmula mágica o un camino inequívoco que conduzcan hacia la victoria. Lo pudo comprobar ayer el Deportivo Alavés, que recibió la cara de moneda después de haber sufrido en no pocas ocasiones la cruz. Es decir, que si anteriormente ha visto que se escapaban puntos que merecía, ayer se congració con la justicia balompédica para sufrir ante la calidad de un Hércules incapaz de sacar un mayor rendimiento a todo su talento y ejecutar a la perfección en casi todas sus aproximaciones. Sin ser vistoso y padeciendo mucho atrás, pero con una efectividad tremenda ante un oponente de mantequilla. Diferente en las formas, pero ya se sabe, hay maneras y maneras, pero cualquiera es válida si son maneras de ganar.
Volvió a apostar de inicio Natxo González por el sistema 4-4-2 y la única variación con respecto al partido contra el Sporting fue la entrada de Toti por la izquierda en sustitución de Juanma. Hasta ahí llegaron todas las semejanzas entre uno y otro compromiso. Y es que si se pretendía que aquel encuentro en el que se logró el primer triunfo del curso sirviese de espejo, la imagen devuelta estaba completamente distorsionada. Escaso de agresividad, con enormes problemas para dar salida al balón y con las internadas por la derecha de Guzmán apenas como único recurso, el Alavés sufrió lo suyo ante un Hércules que sacó toda su calidad y generó peligro cada vez que atravesó la zona de tres cuartos.
Las combinaciones entre Eldin, De Lucas y Assulin se convirtieron en un auténtico quebradero de cabeza para una zaga vitoriana incapaz de contener las muchas vías de agua que abrían los atacantes alicantinos y, de nuevo, empeñada en meterse ella misma en apuros con algunos pases de auténtico riesgo. Así, en apenas nueve minutos se puso por delante el equipo de Quique Hernández, que sorprendió a los albiazules en un saque de banda a la altura de la línea de fondo propia. La cabalgada de Assulin y un toque de calidad de Portillo desbrozaron el camino por una banda izquierda que quedó sembrada de defensores impotentes a la hora de detener una avanzada que acabaría rematando Eldin desde la derecha.
Le tocaba remar contra la corriente al conjunto alavesista desde demasiado temprano y su falta de lucidez con el balón, todo lo contrario que su oponente, no facilitaba para nada las cosas. Se mostró el equipo de Natxo González falto de recursos más allá de las apariciones de Guzmán por su flanco, pero pese a su sufrimiento supo sacar partido de la endeble defensa visitante para provocar varias acciones a balón parado una vez superado el ecuador de la primera parte. Ahí fue clave la aparición de un Vélez que puso constantemente en jaque a la zaga herculana y precisamente fue el navarro quien a la media hora logró el empate al cabecear un saque de esquina de Guzmán.
Se cerraba la primera parte con la sensación de que el Hércules, con su calidad arriba, debería haberse llevado una renta positiva y en el arranque del segundo acto volvió a atisbarse esa facilidad con la que los alicantinos se movían en zonas de peligro, aunque sin llegar a definir. En ese apartado, el decisivo, sí que estuvo atinado un Alavés que encontró su segundo gol en un centro desde la derecha de Rubio que cabeceó Toti en el minuto 50. Sin necesidad de dominar o de crear tantas ocasiones como otras veces e, incluso, sufriendo bastante, los albiazules decantaban la balanza del resultado de su lado.
Entró entonces el partido en esa típica fase en la que quien lleva ventaja busca conservarla y rematar el partido y quien va perdiendo quema sus naves. Si en estos escenarios ha fallado en otras ocasiones el equipo de Natxo González, la ejecución ayer fue perfecta. Sacando aún más provecho de las bandas y de los espacios, para el minuto 69 el partido quedaba resuelto al conseguir Viguera el tercero. Sin sufrir y volviendo a ganar. De una manera distinta, pero ganar al fin y al cabo.