tafalla. Para lo bueno y para lo malo es el Deportivo Alavés un equipo que sigue un guión firme en el transcurso de casi todos los partidos. A base de ritmo, de posesión de balón, de profundidad por las bandas y de movilidad en la línea de mediapuntas, este equipo somete a unos rivales a los que el oxígeno se les acaba agotando con el paso de los minutos para acabar ahogados ante un Glorioso al que el correr del reloj le agiganta. Eso en el lado positivo. En el negativo, la estrechez con la que este equipo se ha acostumbrado a resolver todos sus partidos. Su falta de puntería en los metros decisivos y su ofuscación en el remate, provocan que sus marcadores no sean tan abultados como lo son los méritos generados. Ejemplos hay a patadas y el de ayer en Tafalla es uno más. Victoria, sí, pero de nuevo corta y sufrida por esa incapacidad de matar a los rivales cuando el Alavés, el mismo de siempre, los aplasta sobre el césped.

Se pisó el acelerador desde el inicio y el primer tramo fue un acoso constante a la meta del Peña Sport, completamente guarecida por una defensa basada en la acumulación de elementos. Buscaron los albiazules las bandas, pero los buenos servicios desde derecha e izquierda apenas encontraron remates. Un mal habitual de este equipo que se maneja de maravilla hasta que penetra en la zona de castigo, donde le cuesta una enormidad disparar, aunque con la presencia de Juanma se ganaron enteros en este sentido. Un par de remates del valenciano y otro de Javi Hernández, además de un disparo desde la frontal de Guzmán, fueron el bagaje de un equipo que cedió el dominio en el tramo central para recuperarlo con un final espléndido.

El peligro tafallés llegó a través de la figura de Uriz, quien con sus caídas hacia la izquierda generó desequilibrios cuando encaró a Luciano. Cedido el control del balón, el equipo navarro dificultó mucho la circulación en estático de un Alavés al que le cuesta sacar el balón jugado cuando nos está Agustín en el eje de la zaga y que encontró en Sendoa a su desatascador con cambios de juego para las llegadas por la derecha de Guzmán y Rubio.

Fueron las apariciones del trío de mediapuntas las que generaron las aproximaciones más peligrosas, aunque, como viene siendo mala costumbre en las últimas semanas, se encontró el conjunto albiazul con uno de esos colegiados que interpretan el reglamento a su antojo y que en vez de beneficiar el fútbol lo perjudican seriamente. Así, encontró el Peña Sport la connivencia arbitral para frenar con faltas no castigadas las avanzadas vitorianas. Unas cuentas las dejó sin pitar, señaló un par de ellas en la que la ley de la ventaja era la mejor solución y, para rizar el rizo, se olvidó de las tarjetas en aquellas que de tan evidentes no le quedaba otra que castigarlas. Aún así, en el final de la primera parte, con Viguera y Guzmán desequilibrando, los alavesistas cercaron de nuevo la portería de Gonzalo sin atinar en sus remates.

En la reanudación el asedio se mantuvo firme con la presencia cada vez más constante de Viguera en el juego ofensivo, lo que es sinónimo de acciones positivas. Con esa insistencia que tiene este equipo, combinada con sus sempiternos males en el área, el trabajo de pico y pala comenzó a hacer su efectos de desgaste con el transcurrir de los minutos y el partido se convertía en un duelo del Alavés contra el reloj. La cuestión era saber si el gol iba a llegar a tiempo. Y así fue en uno de los pocos aciertos del colegiado en una tarde aciaga.

Gil Coscolla señaló un ineludible penalti sobre Juanma y Viguera, ajustando su disparo al palo izquierdo y haciendo imposible la estirada de Gonzalo, conseguía eso que parece tan difícil para este equipo cuando aún quedaba media hora. En ese tiempo restante lo único que se le puede achacar a un equipo que no sufrió por los ataques del rival fue, de nuevo, su incapacidad para cerrar el partido con un resultado más amplio que le sirviese para disfrutar con tranquilidad de su victoria.