Burgos. Hombre, uno de Vitoria. ¡Por aquí también hace frío!". A Miguel Ángel Álvarez Tomé se le alegra el gesto a pesar del helador viento que convierte las instalaciones de entrenamiento de Pallafría en una auténtica nevera para la plantilla de un Burgos que vive abocada a su suerte, que no es otra que la del descenso de categoría. No hay más opción. Se habla de no bajar los brazos, de luchar hasta el final, de las matemáticas, pero en milagros no cree nadie. El entrenador el primero. "Si no hemos sido capaces de ganar dos partidos seguidos en toda la temporada, ¡cómo vamos a ganar ahora cinco y que encima los pierda el Palencia!". Pese a ello el extécnico albiazul no baja el ritmo de los entrenamientos y tampoco el tono de sus decibelios. Como ocurría hace un año en Ibaia, su atronadora voz retumba como si cada entrenamiento fuese el último. Queda la honra y luchar por el escudo de la camiseta ante una afición de la que el preparador leonés se encuentra muy orgulloso. "Aunque es difícil de creer, si no fuera por ellos estaríamos todavía peor. Aunque estuviéramos matemáticamente descendidos mi obligación es pedir a los jugadores que sigan con la mayor implicación y con el trabajo que veníamos desarrollando", asegura.
La idea de ser como El Cid, de ganar una batalla estando ya muertos, la descarta de antemano Álvarez Tomé. "No creo en los milagros ni en la suerte en el fútbol. Solo creo en el trabajo. Estamos en K.O. técnico, pero hay que seguir adelante porque mientras hay puntos hay esperanza, aunque ya llevamos unos días en los que tenemos asumido que pagamos nuestros errores", afirma. Y no se queja de cómo lo han hecho a lo largo de cada semana de entrenamientos sus pupilos desde que tomara los mandos del equipo sustituyendo a Julio Bañuelos. "Estamos así porque somos malos, no por no haber trabajado bien. No ha habido problemas en todo el año ni malas actitudes ni salidas de los jugadores. Somos malos y lo hemos hecho muy mal. Yo el primero". Sin excusas ni paños calientes. Directo y con total sinceridad, asumiendo en primera persona la mayor parte de la responsabilidad del fracaso.
"Lo estoy pasando francamente mal. Es mi peor experiencia. Nunca había tenido que luchar en estas situaciones o cuando se hizo -su primer año en el Zamora, cuando en una segunda vuelta sobresaliente le sacó del farolillo rojo para acabar en la zona media- se sacó adelante. Nunca había descendido. El entrenador siempre se cree más culpable que nadie, piensa que podía haber hecho las cosas de distinta manera. Aquí lo hemos intentado todo, lo hemos hecho de todas las formas posibles, con cambios, aumentando el trabajo, pero las cosas no han salido", insiste sin quitar ni un ápice de culpa a las malas prestaciones de su equipo.
"No hemos hecho las cosas bien, así que nos tienen que decir que somos malos. Es duro, pero es así. Yo me incluyo con más culpa que nadie. A los jugadores les puedo mirar a la cara y ellos pueden mirar a la cara a cualquiera porque se han dejado todo. La clasificación dice que somos peores que dieciocho equipos del grupo, aunque no creo que en realidad este equipo sea peor que el resto. Hemos hecho muchas cosas mal y muchos errores en momentos puntuales nos han condenado. No lo hemos sabido hacer mejor. No creo en la fortuna ni en la suerte. Si se pudiera comprar o regalar a nosotros no nos ha tocado nada en ese sorteo, pero creo más en el trabajo y los errores que hemos ido cometiendo día tras día que nos han ido costando tantos puntos son los que no nos permiten luchar por la salvación". Sin más. Sin excusas. Sin buscar recovecos en el lenguaje. Fracaso puro y duro.
Para escribir un libro Y es que la temporada del Burgos es digna de estudio. Pocos precedentes puede haber en el mundo del fútbol de un curso más aciago que el que ha vivido el conjunto castellano, un humilde de la categoría que cumple al día con sus pagos y que de momento ve muy lejos rememorar los históricos días que vivió la ciudad con un equipo de Primera División, el Real Burgos, que el pasado verano reinició su andadura en categorías provinciales tras quince años sin actividad tras quedar en el limbo por culpa de las deudas.
Esas historias forman parte del pasado en tierras del Cid. El parte actual del cuadro burgalés habla casi siempre de momentos desgraciados. Todo un aquelarre de desgracias continuadas que han acabado dejando al equipo de Álvarez Tomé a las puertas de regresar a Tercera después de un solo año disfrutando, y poco porque el sufrimiento ha sido una constante desde la primera jornada del curso, de la categoría de bronce.
"A la Arandina la regalamos tres goles de risa, casi nos los metemos nosotros; tenemos cinco penaltis fallados que de meterlos hubiesen supuesto puntos, uno de ellos lo paró Negredo, delantero de la Gimnástica de Torrelavega; el gol en el último minuto del descuento de Alcalde, guardameta del Lemona; contra la Real B, en el último partido en casa, estábamos luchando para sacar la cabeza y nos metieron tres. Nos pisaron cuando podíamos ver algo de luz. Es para escribir un libro con todos los avatares que hemos tenido esta temporada. Es fútbol, es un juego y hay que asumir que puedes ganar o perder, pero también lo puedes hacer mejor o peor. Lo cierto es que lo hemos hecho muy mal y asumo la culpa de esta situación", dice Tomé, aunque queda claro que entre tanta desgracia es difícil no culpar en parte a la diosa Fortuna por tal concatenación de males.
El descenso está prácticamente consumado y con él llega "un palo muy gordo" al ser la primera vez que se encuentra con una situación tan negativa a lo largo de sus más de veinte años de carrera en los banquillos. Pese a ello, el preparador leonés apuesta por el aprendizaje: "De los palos y de estos momentos tan malos se aprende más que de los buenos". Con la cabeza alta, como siempre, y mirando al horizonte en busca ya de algún nuevo reto.