uN partido y dos caras. La buena, durante muchos minutos, la de un Deportivo Alavés dominador, con querencia por hacerse con el control del esférico y volcado hacia el ataque. Cuando la igualdad impera en el marcador, el conjunto albiazul saca a relucir sus mejores virtudes. Sin miedo a nada. Agresivo e insistente en sus ofensivas. Buscando siempre nuevas vías en el camino hacia el gol. Insistente hasta encontrar una contundencia que a veces, como ayer, se hace esperar demasiado tiempo. Eso sí, todo juego de luces queda inmediatamente desconectado cuando el equipo de José Carlos Granero se pone por delante en el marcador. Ahí aparece el reverso de la moneda, la particular cruz alavesista, la cara mala de un equipo que ha demostrado muchas veces que no sabe manejarse en ese tipo de situaciones en las que es el rival el que maneja el balón entre sus pies.

Durante muchos minutos, ayer Mendizorroza volvió a ver al equipo que esperaba. El Alavés se adueñó pronto del balón para ir ganándole metros al terreno de juego. El área de Otermin, mal defendida a pesar del cinturón de seguridad que había preparado Olabe, se convirtió en el hábitat alavesista. Llegadas por las bandas, principalmente, jalonadas con aproximaciones por el centro y disparos desde la frontal. Un arsenal muy completo al que acabó llegando la puntería cuando Dani López completó un contragolpe magistral por la izquierda.

En apenas veinte minutos, el Alavés había conseguido minimizar casi por completo a un Real Unión que tras ese gol consiguió recuperar el balón que el cuadro albiazul le había arrebatado. Ahí salió, por primera vez, ese reverso de la moneda. En vez de proseguir con la lectura del guión que le había convertido en protagonista hasta ese momento, el conjunto vitoriano optó por tomar los papeles del secundario. Replegar filas en busca del mazazo mortal.

El problema es que ese segundo golpe ayer no llegó y sí lo hizo el del cuadro fronterizo. Ocurrió tras el gol inicial de Dani López y volvió a suceder lo mismo, otra vez en la misma piedra, tras el primer tanto de Jito. En vez de seguir haciendo el mismo fútbol que le había llevado hacia la ventaja, el Alavés optó por regalar el balón y poblar de jugadores sus líneas.

Las mal defendidas jugadas a balón parado se convirtieron en dos goles que supusieron un castigo para esta doble manera de entender el fútbol. Incluso tuvo opciones el Real Unión de llevarse algo positivo de Mendizorroza al repetir el Alavés por tercera vez tras el 3-2 esta peligrosa tendencia de replegarse cuando va con ventaja en vez de apostar por el juego que se ha mostrado más efectivo.