vitoria. Jorge Luis Borges, literato universal, acuñó una frase que quince años después de su muerte, el 16 de mayo de 2001, cobró pleno sentido. "La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce", aseguró el escritor argentino. Y así, sin saberlo, resumió la esencia del día más importante en los noventa años de historia del Deportivo Alavés, el día en el que un modesto equipo de tradición albiazul pero ataviado con una desconocida casaca azul y amarilla conquistó los corazones de todos los habitantes del planeta fútbol.
Ha llovido mucho desde entonces. El tiempo se ha mostrado cruel con el Glorioso, que pelea por la supervivencia y ha caído presa de las fauces del olvido para muchos de los que aquella tarde primaveral, desde diversos puntos del continente, vibraron con la entrega y la fe de un equipo que salió ganador pese a haber conseguido un gol menos que su adversario. En los libros, el Liverpool, un plantel poderoso en el que militaban figuras en ciernes como Steve Gerrard, Michael Owen o Robbie Fowler, aparece como campeón de aquella edición de la Copa de la UEFA. Y aunque siempre se ha dicho que la gente sólo recuerda al vencedor, que nadie se acuerda del subcampeón, en la memoria colectiva de los amantes a este deporte el Alavés se ganó un espacio por derecho propio.
Queda una semana para que se cumpla el décimo aniversario de aquella jornada histórica y DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA va a celebrar la onomástica con una serie especial de reportajes que bucean en los recuerdos y se acercan a los protagonistas de una gesta que, en la línea de Borges, lejos de envilecer, dignificó para la eternidad a aquel Alavés de Mané, Javi Moreno, Karmona, Jordi Cruyff y compañía.
Un recorrido por la memoria de las personas que lo vivieron, desde los propios jugadores hasta los empleados del club pasando por personalidades de la sociedad alavesa y aficionados, permite comprender el poso que aún hoy destila aquel partido disputado en el Westfalenstadion de Dortmund. No hay tristeza en la retina, sino orgullo. No hay reproches. Sólo agradecimientos. Los protagonistas, como los aficionados, rememoran ese día como uno de los más grandes de sus vidas. Y para el alavesismo lo fue.
En un partido parido por la olivetti del más ocurrente guionista de Hollywood, vitorianos y británicos ofrecieron uno de los duelos más bellos de la historia del fútbol. Así lo ha reconocido la UEFA, que hace unos años lo incluyó entre los diez mejores partidos de todos los tiempos. Sólo falló un detalle, el resultado, para permitir que cuando los alavesistas echan la vista atrás paladearan ese momento histórico como una jornada redonda. Pero salvando aquella falta de infausto recuerdo en la que Geli, a dos minutos para que concluyese la prórroga, metió la cabeza cuando no debía, todo lo demás se convirtió en una fiesta del alavesismo que duró mucho más de los 118 minutos que duró aquella célebre final.
El Espíritu de Dortmund nació mucho antes. Nació cuando el equipo de Mané se ganó fama de matagigantes y, aún en Segunda, firmó una brillante actuación en la Copa del Rey que incluyó la eliminación del todopoderoso Madrid de Raúl, Roberto Carlos, Fernando Redondo y Fernando Hierro. Se gestó en un vestuario que se transformó en un hogar, en aquellas cenas clandestinas de los jueves y en un retorno a Primera de ensueño. Lo de la UEFA, reconocen los protagonistas, fue la guinda.
Ahora, diez años después, sorprende comprobar que prácticamente ninguno de los jugadores, técnicos, empleados y directivos del Deportivo Alavés de aquella época, los héroes de aquella final ante el Liverpool, jamás han vuelto a ver aquel partido. Se quedan con las sensaciones, con los recuerdos en primera persona que coleccionaron a lo largo de su impecable y emocionante travesía en la primera participación del equipo albiazul. Cuando se cumple una década, podrán descorrer los visillos de la ventana de la memoria y revivir la magia de aquel día en el que el Alavés fue campeón.