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Cohousing: La comunidad como forma de vida

Cada vez más personas optan por este modelo de viviendas autogestionadas donde conviven con vecinos pero conservan su independencia. Es el cohusing senior, cuyo primer proyecto vasco será realidad en Murgia en 2027

Cohousing: La comunidad como forma de vidaUnai San Pedro Camacho

Cada mañana, Pilar se calza las zapatillas y, bastón en mano, sale a caminar. No suele hacerlo sola: en cuanto baja al patio, siempre encuentra a alguien dispuesto a acompañarla en su paseo.

Tras la marcha nórdica, se suma a la clase de Chi Kung, una práctica de movimientos corporales coordinados, donde coincidirá con otros vecinos. Antonio es uno de ellos. “Por las tardes, o jugamos a las cartas o bajamos al gimnasio. Otra pareja se une a nosotros y jugamos al ping-pong, tiramos unos dardos... y así pasamos la tarde”, presume el hombre.

El modo de vida que han elegido Pilar, Antonio y sus vecinos tiene un nombre: cohousing. Un modelo de convivencia pensado para personas que, al llegar a la madurez, deciden hacerlo en compañía, compartiendo espacios, actividades y cuidados, pero sin renunciar a su autonomía. El cohousing propone un equilibrio entre la vida privada y la vida en común, donde el apoyo mutuo y la colaboración se convierten en la base del día a día gracias a las viviendas colaborativas.

Trabensol: El primer cohousing senior

Trabensol es considerado el primer cohousing senior del Estado español, una iniciativa que lleva desde 2013, aunque se gestó en el 2000. Se ubica en Torremocha de Jarama, un pueblo de la Sierra Norte de Madrid. En estos momentos acoge a unas 80 personas que se organizan en cooperativa y están desarrollando un proyecto sin ánimo de lucro porque, como reza su página web, “el acceso a la vivienda se realiza en cesión de uso vitalicio, no en propiedad, lo que evita cualquier tentación especulativa”.

Trabensol es considerado el primer cohousing senior del Estado español

Los propios socios y socias de Trabensol se implican en el día a día del proyecto a través de las “comisiones de trabajo”, que son las que se ocupan de organizar y coordinar las actividades de la vida ordinaria del centro.

Junto a la entrada hay un panel informativo en el que se exponen decenas de hojas, cada una dedicada a una comisión distinta, con los nombres de sus coordinadores y miembros. La comisión Sociosanitaria se ocupa de la dieta y de la higiene, la de Patrimonio y Mantenimiento de que los edificios estén en condiciones, la de Jardinería y Huerto de cuidar los árboles y las plantas… y así se autogestionan de forma participativa.

Rutinas compartidas

Pilar, de 75 años, es una de las personas que más tiempo lleva en estas viviendas cooperativas. Llegó cuando el proyecto daba sus primeros pasos y todo era ilusión y apuesta colectiva. “En junio se cumplen 12 años desde que me vine aquí. A mi marido —que falleció hace tres años— y a mí siempre nos gustó vivir de forma colectiva, no cada pareja en su piso de manera individual”. El matrimonio acostumbraba a reunirse en un pequeño grupo de amigos y, cuando se casaron, barajaron la idea de irse a vivir en comunidad. “Pero la llegada de los niños y diferentes circunstancias nos hicieron cambiar de idea. Aun así, ese ideal de convivencia siempre estuvo muy presente en nuestras vidas”, recuerda la mujer.

Pilar, de 75 años, es una de las personas que más tiempo lleva en Trabensol

Antonio, de 70 años, apenas lleva seis meses en Trabensol. Junto a su pareja Mari Carmen, ha vivido durante más de dos décadas en el mismo pueblo, en Torremocha. Y aunque hace muy poco que hicieron sus maletas para dejar atrás su casa, siempre han estado muy ligados al proyecto: “Estuvimos en los festejos de la inauguración, pero ni se nos pasó por la cabeza venirnos a vivir aquí. Poco a poco fuimos participando en actividades y hace cinco años empezamos a plantearnos en serio venir y nos asociamos”.

Sin embargo, todavía pasaría mucho tiempo hasta que se decidieron. “Aunque algunas veces nos ofrecieron apartamentos que quedaban libres, renunciamos”. Se les hacía muy complicado separarse de su hogar, una casa con jardín y flores de la que Antonio presume constantemente. “Finalmente, decidimos que era el momento, antes de que se nos pasara la oportunidad”.

Este tipo de cooperativas ofrecen una forma de vida tan distinta que Pilar entiende que cueste dar el paso: “Nos ha pasado a todos. Dejar tu casa, tu barrio, a tus hijos, justo cuando más te necesitan para ayudar con los nietos, es difícil. Abandonar la casa en la que has vivido toda la vida asusta y cuesta decidirse. Pero hay tantas cosas que compensan, que al final ni te acuerdas de tu antiguo hogar”. Pilar se integró rápido, porque su marido y ella venían preparados. Antes de que Trabensol fuera algo material, mientras buscaban un suelo para construir las viviendas, pasaron fines de semana junto a otros grupos de personas en lugares como colegios de Dominicos y Jesuitas.

“Hay quienes se han marchado de Trabensol, porque por algún motivo no han llegado a adaptarse del todo”, admite Pilar. “Si realmente no te gusta la vida en comunidad, puede superarte y cansarte”. Pero no es lo más habitual. También ha habido una excepción de una persona que enfermó y a la que hubo que ingresar en una residencia. Pero es el único caso en más de una década. Y da igual el tiempo que una persona lleve viviendo en Trabensol, sean 12 años o sean 6 meses. Porque los dos protagonistas de esta historia, Pilar y Antonio, lo tienen claro: se quedarán en el centro el resto de sus vidas.

“Abandonar la casa en la que has vivido toda la vida asusta, pero hay tantas cosas que compensan, que al final ni te acuerdas de tu antiguo hogar”

Pilar . Residente en Trabensol

Ellos solo ven beneficios, porque vivir en comunidad no es para nada una obligación, ya que cada residente puede dedicar el tiempo que quiera a su vida privada. “Si un día no quieres salir a caminar o no te apetece participar en alguna actividad, te quedas en tu apartamento leyendo, escuchando música o viendo la tele, con total libertad”, aclara Pilar. “Y lo más importante: no es que aquí haya que combatir la soledad, es que no existe. Uno de los grandes problemas de hoy en día, aquí desaparece”, concluye.

Antonio, como ya había participado en muchas actividades organizadas en su mismo pueblo, conocía prácticamente a todo el mundo el día en el que se mudó. “Es como si lleváramos viviendo aquí toda la vida”, dice. Echa de menos su casa, pero tampoco demasiado, porque allí ha trabajado mucho en el jardín y en tareas de mantenimiento. “Eso sí, esta misma mañana estaba allí a las siete, porque aún la tengo en venta y hay que seguir cuidándola hasta que la venda”.

Un nuevo modelo de vida

A pesar de que modelos como Trabensol han demostrado sus ventajas, lo cierto es que el cohousing crece, pero no termina de despegar. Se trata de un modelo de vida que tiene sus raíces en Dinamarca y el norte de Europa en los años 60 y 70, y que nació hace bien poco en el Estado español. Según datos de MOVICOMA, que investiga el auge de este tipo de proyectos en el Estado, actualmente hay 10 cooperativas de derecho de uso para mayores donde ya hay gente viviendo, pero hay unos 35 proyectos en diferentes fases: parados, en formación, con el grupo formado, con terrenos o en construcción.

En los cohousing cada residente puede dedicar el tiempo que quiera a su vida privada

En Euskadi, el primer proyecto de cohousing sénior será realidad en 2027, de la mano de la cooperativa Lagungarri. Su presidenta, Laura Irigaray, nos explica que uno de los principales motivos que dificultan la elección de modelos de vida alternativos como este es el desconocimiento: “En 2019 lanzamos nuestro proyecto, y hablar de cohousing era hablar de algo prácticamente desconocido”.

Este tipo de iniciativas suelen ser vistas con interés desde fuera, “pero de ahí a meterse de lleno a cooperar hay un gran salto. Siempre es más fácil valorar lo que ya existe que comprometerse con una idea aún en fase de proyecto”, advierte Irigaray. Por eso, estos proyectos suelen tener las puertas abiertas, para que quien quiera pueda acercarse a conocerlos de cerca. Y entonces sí, la gente lo ve en funcionamiento y ya se anima con más tranquilidad y confianza.

“Creemos que, cuando ya estemos instalados en Murgia y la gente pueda venir a verlo, será diferente”, vaticina Irigaray. Con cualquier proyecto nuevo, al principio hay reticencias. Pero con el tiempo, “cuando se van perdiendo los miedos y ves que otros se animan, tú también te acercas con más seguridad”. Ahora mismo, Irigaray ve lo que están haciendo como un “salto al vacío”.

“En 2019 lanzamos nuestro proyecto, y hablar de cohousing era hablar de algo prácticamente desconocido”

Laura Irigaray . Presidenta de Lagungarri

La cooperativa Lagungarri se creó porque detectaron un vacío social que no cubre todas las necesidades de las personas a partir de cierta edad: “Existe una etapa, desde que dejas de trabajar hasta que realmente necesitas cuidados, en la que parece que la sociedad no está preparada para ofrecer soluciones a medio o largo plazo”, dice Irigaray.

Su centro se ubicará en el histórico Convento de las Carmelitas de Murgia y contará con 51 viviendas en un espacio de 11.000 metros cuadrados. Irigaray aclara que el proyecto se encuentra en plena fase de captación de socios, y que ya tienen elaborado el proyecto arquitectónico. “Tenemos la mitad de personas que necesitamos. Creemos que en unos meses podremos completar el grupo, solicitar la licencia de obra y empezar la construcción”, dice con optimismo.

Para conseguir los socios necesarios, han abierto un plazo de captación de personas de entre 50 y 70 años solas o en pareja. Toda la información está disponible en la web de Lagungarri.

Crear un cohousing es un proceso largo donde los avances van llegando muy poco a poco. La barrera principal para el de Murgia ha sido el hecho de que hayan tenido que crear un modelo completamente privado, lo que significa que han tenido que comprar el terreno y afrontar todo el desarrollo sin ningún tipo de ayuda institucional. Lo lógico, según Irigaray, sería que estos proyectos se pudieran llevar a cabo en suelos públicos, que el ayuntamiento cediera un terreno para poder desarrollar allí la iniciativa. “Pero no es así”, lamenta.

Alternativa pública

Afortunadamente, las cosas están cambiando también en este sentido. Las instituciones vascas han empezado a reflexionar sobre la necesidad de buscar iniciativas innovadoras en materia de vivienda y de implantar nuevos modelos que se adecuen a las necesidades de la demanda.

Los cohousing se autogestionan, así que son los residentes los encargados de atender el jardín

En 2021, la Diputación Foral de Gipuzkoa financió un proyecto del grupo CAVIAR de la Escuela de Arquitectura de la UPV/EHU que se materializó en la guía de diseño Etxelagun, un catálogo de soluciones arquitectónicas y tecnológicas para aplicar a viviendas cuyo objetivo es mitigar la soledad y fomentar la inclusión social.

“Siempre es más fácil valorar lo que ya existe que comprometerse con una idea aún en fase de proyecto”

Laura Irigaray . Presidenta de Lagungarri

La investigadora principal del proyecto, Olatz Irulegi, nos explica que actualmente en su grupo están diseñando viviendas “que se adaptan a las necesidades de las personas, que van cambiando con la edad”. Son casas cómodas, luminosas, alegres y con una distribución que favorece y estimula un proyecto de vida plena y con autonomía. Este modelo de diseño arquitectónico propone pautas que se aplican en las viviendas de cohousing.

Irulegi aboga porque este tipo de iniciativas estén reguladas en la normativa. En esa línea, el Gobierno Vasco ha elaborado un Diagnóstico del Modelo Cohousing en Euskadi, “con objeto de identificar recursos y alternativas para su desarrollo”. En 2023 publicó unas ayudas económicas dirigidas a la promoción de viviendas colaborativas. Son los primeros pasos para incluir estas nuevas alternativas de vida en las políticas públicas.

Son las 23:00. El día termina. Pilar y Antonio se han juntado en la sala común del centro Trabensol, donde muchas noches se sientan a charlar, reírse y contar historias con sus vecinos y vecinas. El día ha sido largo, pero entretenido. Comenzando con el paseo, pasando por el Chi Kung, los partidos de ping-pong, las partidas a cartas y las reuniones de las comisiones. A estas horas no queda otra que descansar. Los bastones ya esperan para salir a la marcha que coincidirá con los primeros rayos del sol.