Las más de 2.000 millones de personas que profesan el Islam en el planeta se adentran estos días en el Ramadán, un periodo marcado por el riguroso ayuno diurno, la oración, la reflexión y la vida en comunidad que concluirá a finales de este marzo.
La jornada exacta en la que comienza este noveno mes del calendario lunar hijri varía anualmente y también en el mismo año en función del país, y además no se conoce con precisión hasta apenas unas horas antes de su inicio.
Sin embargo, los alrededor de 21.630 musulmanes que, según datos del Observatorio Andalusí, residen actualmente en Álava, han tenido durante los pasados días la clara –y certera– referencia de este fin de semana como punto de partida de este Ramadán 2025 para tener dispuestos todos los preparativos.
Dos generaciones
Kawthar Belfdal Maamar (2001) y Sabah El Khobri (1978), dos mujeres de distintas generaciones y que mantienen también diferencias patentes en la práctica de su religión, sí tienen en común la inmensa alegría que para ellas supone sumergirse en esta época con tanto significado espiritual.
“Estoy súper ilusionada, súper feliz. Ramadán es lo que para los cristianos sería el mes de diciembre, con todos sus preparativos, los regalos... Hemos estado estos días preparando en casa los dulces, el msemmen –un pan típico– para romper el ayuno... Cada año estoy esperando a que llegue el siguiente para celebrarlo . Me lo paso muy bien”, describe Kawthar, vecina de Agurain con raíces argelinas y oriunda de Marruecos, que se instaló con su familia en la localidad de la Llanada cuando apenas tenía seis años.
Sabah, residente en Gasteiz, también de origen marroquí y que al igual que esta joven ha querido compartir su testimonio con NOTICIAS DE ÁLAVA, se ha tomado “con normalidad” las jornadas previas al arranque del Ramadán, poniendo todo a punto tanto en los espacios que habitualmente frecuenta como en su mundo interior, en una suerte de “limpieza general”, para todo lo que viene a partir de ahora.
De hecho, según recuerda esta vecina de Salburua, este pasado mes, el Sha’ban, también es considerado sagrado en el Islam aunque no sea tan conocido para los no musulmanes como el Ramadán.
“Es un mes de preparaciones y de ayunar también”, explica Sabah, quien alude al “ejemplo” de un profeta Mahoma que “hizo varios ayunos este mes”.
“Es como si fuera un entrenamiento, no son días fijos. El Corán no dice que haya que hacerlo”, puntualiza Sabah, migrada a Vitoria en 2001 y que durante años trabajó como intérprete. A día de hoy es voluntaria en la mezquita de Betoño, donde también ayuda con el estudio del árabe a las jóvenes fieles.
Un mes para “multiplicar la fe”
Con los preparativos ya a punto, Sabah afronta ahora lo que define como “un mes de paz”, un periodo “de adoración a Alá, de cercanía, de reflexión y de cargar pilas para el año siguiente”. “Es un mes donde puedo multiplicar mi fe y acercarme más a Alá con los actos. Es algo que sentimos muy dentro”, según puntualiza.
Al igual que sucede con las fechas del Ramadán, diferentes cada año al depender de la luna, el horario durante el que se extiende el ayuno o los de las cinco oraciones que los creyentes deben realizar también cambian día tras día, aunque sea solo por unos pocos minutos.
No obstante, el periodo de abstinencia dura aproximadamente desde el amanecer hasta justo después de la puesta del sol, y se rompe comiendo dátiles y bebiendo agua.
“El ayuno suele empezar sobre las 6.30 horas. Te levantas una hora o media antes, depende, y comes, porque es para todo el día. Y entonces empiezas a ayunar, que no solo significa no comer. Es no insultar, no tener discusiones... Y tampoco hay que escuchar música ni estar todo el día con el móvil mirando cosas. Es un ayuno de todo, una limpieza”, explica en este punto Kawthar.
Tampoco está permitido ingerir líquidos, ni siquiera agua, mascar chicle, fumar o mantener relaciones sexuales.
“Ayunar no solo significa no comer. Es no insultar, no tener discusiones... una limpieza”
Durante la jornada, Sabah también dedica alrededor de una hora y media o dos horas a la lectura del Corán, el libro sagrado del Islam, que lleva a cabo normalmente entre el tercer y el cuarto rezo del día.
Es, también para ambas, una temporada de llevar a cabo buenas acciones. Kawthar remarca por ejemplo que el Ramadán “también sirve para ponerte en la piel del que no tiene, del que no puede comer en todo el día”.
“Es una forma de agradecer, porque a pesar del ayuno, tengo casa y más tarde podré comer, pero hay mucha gente que no”, apunta la joven aguraindarra. “No tirar la ropa, sino donarla” es otra de sus premisas.
Sabah, entretanto, ha estado implicada estas últimas semanas desde su mezquita en la planificación del ayuno para las personas sin techo y más vulnerables de la ciudad, a las que durante estas fechas se anima a ir al templo para vivir en comunidad este mes sagrado.
“Se crea un ambiente familiar. Igual algunos pueden comer en casa, en la calle... pero no es lo mismo que sentirlo en la mezquita, en grupo, con más personas con las que compartir la misma cultura. Eso lo valoro muchísimo”, explica Sabah.
De una forma u otra, este ritual se lleva a cabo en todas las mezquitas de Álava, que según los datos en poder del Observatorio estatal del Pluralismo Religioso ascendían el año pasado a un total de 21. “En algunas se recauda dinero, en otras se pone fecha para compartir el ayuno...”, ejemplifica.
“Es un mes de paz. De adoración a Alá, de cercanía, de reflexión y de cargar pilas para el año siguiente”
Ya por la tarde, llega el momento de romper el ayuno y de reunirse en familia, o también con amigos, para compartir las vivencias del día. “Comemos, salimos a la calle y vamos a la mezquita a rezar”, apunta Kawthar, en cuya casa “ningún día” falta la harira, una nutritiva sopa típica de la gastronomía magrebí.
Un momento que a esta joven también le hace “muchísima ilusión”, como la fiesta final del Ramadán, el Eid, marcada por las reuniones familiares y las visitas a otros domicilios.
“Lo que hacemos en Ramadán deberíamos hacerlo durante todo el año. Es como cuando celebramos el día de la mujer, o de la madre… Tenemos que hacerlo siempre, practicarlo, seguir esta forma en nuestra vida todo el año”, apunta Sabah, quien pese a considerarse y ser a todas luces una mujer religiosa cree que todavía “le falta mucho”.
"Me falta mucho"
“Soy una persona creyente, creo en Alá, en el profeta, practico lo que puedo, respeto mi religión, los cinco pilares… Pero me falta mucho. Somos humanos”, reconoce esta vecina.
Kawthar, mientras tanto, “intenta” cumplir con los preceptos propios del Islam, tales como los rezos o el ayuno iniciado estos días por Ramadán, aunque asume que a diferencia de muchas otras fieles no se pone el velo.
“A la gente le impacta, y me preguntan si no me obligan a llevarlo. No es obligatorio, solo en parte. Pero te lo tienes que poner cuando te sientas capaz. No es solo ponerte un trapo en la cabeza y ya está. Lleva muchas cosas detrás y yo ahora mismo no me siento capacitada para ponérmelo”, resume la joven.