El coste en salud derivado de la pandemia del covid-19 no solo se ha traducido en las miles de muertes o en las múltiples secuelas físicas que se ha cobrado la enfermedad entre las personas afectadas.

No en vano, las largas semanas de confinamiento, las sucesivas restricciones a la actividad y la movilidad y todos los miedos y las incertidumbres que se han generado a lo largo de la crisis sanitaria han impactado también en el bienestar emocional de una parte muy importante de la ciudadanía, especialmente la juventud.

Diferentes estudios apuntan a que los casos de ansiedad y depresión se han triplicado y cuadruplicado, respectivamente, dentro de este colectivo, al tiempo que los trastornos alimentarios son en la actualidad el doble de frecuentes y graves y que el suicidio se ha consolidado como la tercera causa de muerte más común tras la pandemia, según se constató en la última reunión de la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría.

En este contexto, la demanda de atención psicológica y psiquiátrica se ha disparado durante los meses recientes a nivel global y Álava no ha sido una excepción a la norma.

Así lo atestiguan de nuevo los datos remitidos hace escasas semanas al Parlamento Vasco por la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, respondiendo a una petición de EH Bildu.

2020, cuando irrumpió el coronavirus en el territorio, marcó el gran punto de inflexión en esta tendencia al alza, un año en el que la Red de Salud Mental (RSM) de Álava atendió un total de 27.660 consultas presenciales entre personas de 12 a 34 años de edad, con una frecuencia anual de 8,21 por paciente. Fueron un 17% más que en el ejercicio previo.

Del récord a la estabilización

No obstante, el récord de primeras citas y de atenciones totales entre este sector de la población llegó justo un año después, en 2021, primero completo de la crisis sanitaria. La RSM alavesa despachó 2.225 primeras consultas a lo largo de todo el ejercicio, un 20% más que en los doce meses previos, además de otras 26.587 sucesivas: un total de 28.812.

Sin embargo, tras el boom experimentado por las consultas de salud mental debido a la pandemia, el pasado 2022 ha deparado por fin una cierta estabilización en la demanda de atención psiquiátrica. Las primeras consultas cayeron en la provincia hasta las 2.189 y las sucesivas hasta las 25.353, lo que en suma se tradujo en 27.542 consultas. Un 4,5% menos que en 2021.

2022, con todo, sí que se saldó con el mayor número de consultas no presenciales de toda la serie reciente en Álava, con un total de 1.207. Habían sido 822 en 2021, 612 en 2020 y apenas 269 en el prepandémico 2019.

En cifras globales, el número de consultas presenciales registradas por la RSM de Álava también cayó el año pasado en comparación con 2021, tras pasar de las 110.064 a las 101.838. Una caída del 7,5%.

Solo el paso del tiempo determinará las consecuencias reales de la pandemia sobre el bienestar emocional de la población ahora que el covid-19 ha dejado de ser una emergencia de salud pública de importancia internacional. Sin embargo, informes recientes como el Estudio-diagnóstico sobre el estado de la salud mental en la población joven de Vitoria-Gasteiz, que el año pasado analizó la situación de los jóvenes de entre 12 y 30 años en la capital alavesa, también han advertido de que la irrupción de la pandemia y de las restricciones vinculadas a ella han alterado de manera “sustancial” a este colectivo.

Este informe determinó que la pandemia ha causado “un deterioro” en el bienestar emocional de la población en general y de las personas jóvenes en particular que se ha traducido, por ejemplo, en un notable aumento de la demanda en la Psicoasesoría, el servicio municipal de asesoría psicológica para jóvenes. Según los resultados del estudio, un amplio colectivo joven de la ciudad está “preocupado, estresado” e incluso “percibe tener ansiedad”, con la tristeza y la incomprensión como sentimientos más generalizados. Reportan también una sensación de soledad y, en menor medida, dificultades para dormir o concentrarse, enfado y frustración.

Además, más de la mitad siente “una gran incertidumbre” respecto a su situación a medio y largo plazo”.