Hasta bien entrado el siglo XXI apenas eran conocidas en el Estado. Propias de África, en los últimos años se dejan notar cada vez más en el territorio de Álava y con una mayor intensidad. Las olas de calor provocan a los ciudadanos que las padecen dificultades para conciliar el sueño. También hacen patente la necesidad de hidratarse más de lo habitual y de tener precaución para evitar quemarse la piel, entre otros efectos. Un fenómeno que empezó sobre todo a darse a conocer en España entre el 30 de julio y el 14 de agosto de 2003, cuando, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 141 personas fallecieron como consecuencia de ello.

Pero, ¿cómo se sabe realmente que se está ante uno de estos fenómenos y no ante un simple episodio de temperaturas altas? Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) una ola de calor es un episodio de al menos tres días consecutivos en los que, como mínimo, el 10% de las estaciones meteorológicas del país registran máximas por encima del percentil del 95% de su serie de temperaturas máximas diarias. Estos umbrales de temperatura, que se miden en los meses de junio, julio, agosto y septiembre, varían en función de la zona del territorio en la que se permanezca, al no ser similar en cada comunidad autónoma.

Según un estudio del Instituto de Salud Carlos III de este pasado mes de junio, la temperatura máxima ha subido de media 0,41 grados por década entre 1983 y 2018, y que, en un escenario desfavorable de emisiones, se prevé que aumente a 0,66 grados centígrados en el periodo comprendido entre 2051 y 2100. Un dato preocupante que no ha parado de aumentar de manera progresiva desde 1975, cuando se comenzaron a registrar este tipo de fenómenos.

Unos números que afectan especialmente a los colectivos más vulnerables (niños, ancianos y personas enfermas) y unas condiciones que aumentan el riesgo de mortalidad. Según el proyecto vasco Osatu elaborado en los años 2016 y 2017, cuyo objetivo es ayudar a la prevención de la salud en Euskadi de estos fenómenos, la mortalidad aumentará en los tres territorios vascos, ya sea de forma desplazada o prematura. En el primero de los casos, se hace referencia a los fallecimientos agudos que ocurren durante o inmediatamente después de un episodio de calor extremo, y suelen afectar a personas que se encuentran en una situación de salud grave. El segundo tipo de mortalidad, por contra, hace referencia al exceso de mortalidad en el caso de individuos sanos, que fallecen como consecuencia de la exposición del calor.

Más adaptados y acostumbrados

Sin embargo, hay otros estudios que lo ven de una manera diferente. El Instituto de Salud Carlos III cree que el ser humano podría adaptarse al calor en los próximos años. De ser así, en el periodo entre 2050 y 2100 no habría 13.000 muertes al año atribuibles al calor como se espera, sino que llegarían a 1.000 muertes al año como ocurre actualmente. En caso de que las temperaturas máximas diarias aumentasen más rápido que la temperatura de mínima mortalidad no habría adaptación, mientras que si crecieran más lento se podría hablar de adaptación. Una referencia que habrá que seguir muy de cerca, puesto que, según la Agencia Estatal de Meteorología y la Oficina Española de Cambio Climático, en base a datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la temperatura media del planeta ha subido en torno a 1,1 grados centígrados en relación a la época preindustrial.

No va a mejor

Lo que es evidente es que si no se cambia nada la situación cada vez va a ir a peor. Tal y como afirmó el pasado mes de enero el delegado territorial en la Comunitat Valenciana de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), Jorge Tamayo, el aumento de la temperatura hasta 2040 está prácticamente garantizado, pudiendo alcanzar los seis grados de incremento. “Hagamos lo que hagamos ahora vamos a sufrir 20 años más de altas temperaturas. Estamos viviendo de las emisiones que emitimos antes”, manifestó Tamayo. Además, alertó del evidente cambio que se está produciendo en el clima, en el que las precipitaciones son cada vez más intensas y las noches de verano más calurosas. “Posiblemente empecemos a hablar de olas de calor de temperaturas de 50 grados”, matizó Tamayo.

La ola de calor del pasado mes de junio, según un informe elaborado por el sistema de monitorización MoMo del Instituto de Salud Carlos III, acabó con la vida de más de 700 personas en el Estado.

Según este estudio, los más afectados fueron una vez más las personas mayores, que con los altos precios de la luz y las bajas pensiones optaron por no poner el aire acondicionado o no se hidrataron adecuadamente. Las comunidades autónomas más afectadas en este sentido fueron Madrid y Castilla y León, con 208 y 111 defunciones, respectivamente.

Datos que contrastan mucho con Asturias y La Rioja, las menos afectadas con 2 y 8 fallecidos, respectivamente. En Euskadi por su parte fueron 29 los fallecidos.

La península ibérica vive actualmente su segunda ola de calor desde el pasado sábado 9 de julio. Un ahogo que, si se cumplen las predicciones, abandonará el territorio el próximo martes 12 de julio, cuando las temperaturas bajen alrededor de 8 grados. Una DANA, ya instalada en el océano Atlántico, podría ser la que ponga punto y final a una ola de calor que podría ser la tercera más larga de la historia.

Mayor precaución

Una situación límite que provocará, aún mas si cabe, riesgo de incendios por todo España, incluyendo las regiones más frescas.

Más intensas y duraderas

Futuro. El delegado territorial en la Comunitat Valenciana de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), Jorge Tamayo, advirtió el pasado mes de enero de la crítica situación de las olas de calor a corto y medio plazo. Tamayo expresó su preocupación por el notable aumento de la temperatura, que está prácticamente garantizado hasta 2040. “Hagamos lo que hagamos ahora vamos a sufrir 20 años más de altas temperaturas”, declaró Tamayo. Igualmente, quiso recalcar el gran cambio que se está produciendo en la climatología en estos últimos años, y que puede alcanzar los seis grados de incremento. “Estamos viviendo de las emisiones que emitíamos antes”, explicó Tamayo. Por último, el trabajador de Aemet advirtió de que las olas de calor batirán récords. “Posiblemente empecemos a hablar de olas de calor de temperaturas de 50 grados”, dilucidó Tamayo. Cifras muy elevadas impropias del continente europeo que podrían terminar siendo habituales a largo plazo si ni los ciudadanos ni los gobiernos pasan pronto a la acción.